lunes, 12 de diciembre de 2011

Violencia


Había pasado una semana.

Se miró al espejo y se sonrió, no se reconocía a si misma con el ojo hinchado y morado aún, su labio cortado y su pelo totalmente estropeado.
Tenía el cuerpo cubierto de magulladuras, cortes en los brazos, raspones en las rodillas. Las uñas de sus manos estaban todas quebradas, y le dolían los dedos.
Se pasó la mano por la desastrada cabellera, donde antes una hermosa cascada de pelo cubría sus hombros, hoy sólo jirones mal cortados se enredaban en sus manos.
Caminó por la habitación en penumbras, todo allí estaba en orden y sólo ella parecía estar fuera de lugar, “este ya no es mi hogar,” pensó.
Mientras guardó reposo en el hospital no dejó que le pusieran un espejo por delante, quería esperar a verse en la seguridad de su casa antes de hacerlo. Pero no sentía seguridad en ese vacío inmenso.
Alguien llamó a la puerta. Con desconfianza se acercó y preguntó -¿Quién es?-
-Soy tu hermana, loquilla- fue la contestación.
Abrió, y su hermana entró. Miró a todas partes sin distinguir en ese cuarto falto de luz. Se acercó al interruptor y permitió que la luz artificial inundara el espacio, aunque a espaldas de la dueña de casa la oscuridad se escondía.
-Te ves mejor,- sonrió la recién llegada.
-Me siento mejor,- respondió, y logró percibir su voz rasposa, aún le dolía la garganta.
-¿Ya vinieron a verte?- preguntó su hermana.
Ella entrecerró los ojos, dudosa, y se esforzó por recordar la razón por la que alguien vendría a verla; que no fuera su hermana por supuesto. -¿Quién viene?-
-La familia de “ÉL”,- recalcó la hermana.
 De pronto, muchas ideas se agolparon en su cabeza, y la chica se llevó las manos a la cara, atravesada por el dolor.
Él, la palabra “Él”, su cabeza dio vueltas, y las imágenes se agolparon en sus ojos, sin poder sacarlas de la niebla que las cubría. Él. Quería gritar su nombre, pero su garganta se cerraba, y su boca se abría y cerraba sin emitir más que gemidos dolorosos.
Su hermana se acercó a ella presurosa y la envolvió en sus brazos fuertemente, la arrastró hacia un sillón, la chica se desvaneció en sus brazos y cayó pesadamente.
Una semana había pasado desde que lo había perdido todo. Tenía sólo 23 años, pero cargaba una relación de toda una vida con un hombre maravilloso. Se conocían desde niños, y se habían amado con fuerza. Apenas ambos cumplieron los 18 se fueron a vivir juntos, empezaron a planear su futuro, pero ambos decidieron que debían estudiar y trabajar con ahínco para que en el momento en que llegaran los hijos pudieran darles un futuro brillante.
Él, era inteligente y terminó sus estudios rápidamente. Ella soñadora y despistada, se inclinó por la literatura, pero le costó un poco más terminar.
Una cálida noche de Noviembre, en la que ni el más mínimo viento soplaba, habían salido a celebrar que ella había recibido la calificación de su examen de grado. Todo había salido bien al fin.
Bebieron unos tragos en un pub cercano a su departamento, y salieron de allí un poco “alegres”. Ella miró el parque infantil y quiso columpiarse un rato, se sentaron y balancearon felices.  Ella le decía entre risas “¡ahora nos vamos a casar!”. Él trató de tomarle la mano, y cuando lo logró deslizó por su dedo anular un anillo con un pequeño brillante.
No vieron al grupo de chicos que entró en el parque unos momentos después.
Lo que pasó después era digno de la sección policial de las noticias. Los jóvenes trataron de asaltar a la pareja. Él les entregó la billetera y su celular, ella hizo lo mismo, se tomaron de la mano asustados. Los chicos no quedaron conformes con eso. Querían el anillo.
La chica retrocedió asustada, sin soltarse de la mano de él, quien murmuró “dáselos, no importa.” Ella no pudo reaccionar, y los chicos reaccionaron por ella.
Entre dos la agarraron por los hombros. Mientras que otros tres lo sostuvieron a él. Ellos no se soltaban de la mano. Ella gritaba su nombre, él le pedía tranquilidad mientras luchaba por zafarse de sus captores “calma, mi amor.”
Los chicos que la sostenían la lanzaron al suelo y le agarraron la mano izquierda, ella se defendía con sus uñas y los pateaba, pero pocas de sus patadas lograron su cometido. Uno de los chicos sacó una “mariposa” y empezó a cortar el pelo de la muchacha, no sin hacerle cortes en la cara y brazos por la forma en la que ella se debatía.
Por su lado él era golpeado por los otros tres, pero seguía gritándole a ella que estuviera tranquila, mientras les rogaba a ellos que no le hicieran nada, que se llevaran todo lo que quisieran, pero que no le hicieran nada.
Después de la golpiza que les dieron, el que parecía líder de los muchachos, se desabrochó el cinturón y gritó a los otros para que le quitaran los pantalones a ella, “me falta algo por llevarme,” dijo mirándolo a él.
Ella volvió a revolverse con violencia, presa del miedo. Él se levantó escupiendo sangre y se lanzó sobre el muchacho. Se revolcaron por el suelo del parque y forcejearon unos momentos sin que ninguno de los otros interviniera. De pronto él profirió un agudo grito de bestia herida y cayó pesadamente sobre el muchacho, quien lo apartó rápidamente y se arrastró lejos de él.
El chico se levantó y gritó a sus camaradas que debían marcharse de allí. Los otros se alejaron de la chica y corrieron a reunirse con quien daba las órdenes.
Él seguía tendido de costado en el piso, tal como había quedado cuando el chico se lo quitó de encima, la chica se acercó arrastrándose y llamándolo suavemente. Primero le tocó un hombro con la mano temblorosa, y luego lo abrazó por la espalda. Estaba vivo.
Cuando pudo voltear a su amado, se percató de que una cuchilla estaba clavada en su pecho, y de que respiraba pesadamente.  Ella lo miraba con ternura, pero asustada de lo que podía pasar de ahora en adelante.
-Mi… amor…- dijo él entrecortadamente.
-Shhhh,- lo calló ella, -tranquilo, no hables-
Él cerró los ojos y lágrimas corrieron por sus mejillas, volvió a abrirlos y la miró con dulzura, inspiró ruidosamente y le dijo con voz temblorosa –perdón por dejarte solita-
Ella comenzó a llorar en silencio, mientras le acariciaba la mejilla, sus propias heridas ya no le dolían, sólo quería que el tiempo se parara para que la vida de él no se apagara.
-¡No!- le gritó –No me dejes sola… ¡Ayuda! ¡Ayuda por favor!- gritó hacia la oscuridad de la calle.
Lo zamarreó, pero él respiraba cada vez más lentamente, acercó sus labios a los suyos y los apretó en un beso casi frío. Fue así que recibió su último aliento. Él murió con sus labios pegados a los de ella, y acobijado entre sus brazos. Ella vivió para verlo morir.
Varias personas se acercaron al lugar por los gritos de la chica, y la encontraron aún abrazada a su amado, pero ya desvanecida.
Al día siguiente despertó en una cama de hospital, a su lado estaba su hermana con los ojos enrojecidos y acariciándole la mano. Apenas la vio, recordó todo y quiso gritar, pero no le salía la voz.
Todo lo que ocurrió después vino como una ráfaga. La familia de él entro diplomáticamente a pedirle las llaves del departamento, y a avisarle que tenía una semana para sacar sus cosas de allí. El inmueble estaba a nombre de él y como no estaban casados nada le pertenecía.
A la semana la dejaron salir del hospital. En sus manos llevaba una cajita plateada. Una prima de él la había venido a ver trayéndole un poco de las cenizas de su amado, y ella la apretaba contra su pecho. Sabiendo que él no la dejaría nunca.
Cuando recobró la conciencia, estaba recostada en el sillón donde su hermana la había tendido. Comprendió que no le quedaba nada por hacer en ese lugar, se abrazó al pecho de su hermana, y lloró con amargura.
Durante la tarde llenó un bolso con sus pertenencias, y se aprestó a salir de ese lugar. Quedaron varias cajas con sus libros. En los brazos llevaba la cajita plateada y una de sus camisas, la que se había quitado antes de salir a celebrar, la que llevaba su olor.
Cerró la puerta tras de sí, y cerró los ojos. Sus labios se movieron articulando un “adiós” que no resonó en ninguna parte.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Inesperado


Este era un dolor absolutamente nuevo,  una sensación de tristeza que nunca me había tocado experimentar.
-Estoy enamorado de otra persona- me dijo bajando la mirada.
Fue como si algo se rompiera en mil pedazos dentro de mí, pero aún así pude mantener la voz firme y decir –no me esperaba eso.-
Se paró de la cama, donde nuestros cuerpos se había unido tan sólo unos minutos antes. Caminó desde su extremo al mío y se arrodilló frente a mi, que semidesnuda lo miraba fijamente.
-Sé que nunca te hubieras esperado esto, sobre todo después de tantos años que hemos compartido juntos, pero la vida es así,- me susurró tomando mis manos entre las suyas.
No aparté mis manos, pero deseé hacerlo, “¿me hizo el amor deliberadamente sabiendo que después me iba a dejar?”, pensé. Lo miré a los ojos detenidamente, buscando la risa, la burla, un ‘te la creíste’, pero no había nada de eso. Me quedaba tan sólo creerle, y no quería hacerlo.
-Si esta es una pesadilla, espero despertar pronto- le contesté, usando una frase cliché de las películas.
-No es una pesadilla, mi amor, es total y absolutamente la realidad,- comenzó a explicarme mientras me acariciaba una rodilla desnuda –casi no puedo creer que haya tenido el valor de decírtelo a la cara. Es más, pensé que te iba a dar un ataque de ira y que me harías pedazos.-
-Ya ves que no.- dije casi para mis adentros.
 Me sorprendió mi actitud en estado de shock, sabía que más tarde me arrepentiría por no haberle dado una paliza tal como se la merecía por la manera en que me estaba dando ‘filo’, llevábamos casi 5 años de relación, la cual siempre creí ver marchando como relojito suizo, hasta hablamos de matrimonio en varias oportunidades, de hijos, de una casa para los dos. Ahora todos esos sueños se me escurrían junto al sudor frío de la espalda.
Suavemente me desprendí de sus manos y me entretuve vistiéndome en silencio, con la mente en blanco, y poniéndome las prendas que un rato antes el mismo se había encargado de desprender apasionadamente. Cuando me agaché a atarme los cordones de las zapatillas, las lágrimas acudieron a mis ojos ‘raudas y veloces’, y las maldije en mi mente por ser tan oportunas.
Ya compuesta, externamente, tomé mi chaqueta y mi bolso y me acerqué a la puerta. Él me miraba parado en la entrada del dormitorio, todavía desnudo, patético, horrible a mis ojos ahora. Me volteé para mirarlo a la cara una última vez, le sonreí haciendo de tripas corazón y me despedí con un tierno y mortal: “espero que te pudras en el infierno, maldito hijo de perra.”

lunes, 21 de noviembre de 2011

Reflexión por ya más de seis años contigo


Tu y yo hemos pasado por muchas cosas juntos, y lentamente nos hemos dado cuenta de que podemos, y queremos, compartir una vida el uno con el otro. Sin embargo, pienso en nuestros sueños, los tuyos familiares y hermosos; los míos egoístas y triunfadores. No somos para nada una pareja perfecta, pero ¿sabes? he aprendido a vivir con eso cada día, a ver como aceptas mis manías con un poco de pena, pero a la vez me ayudas a darme cuenta que tengo que cambiar esos malos hábitos, porque o si no corro el riesgo de hacer tambalear esta relación.
Toda mi vida he estado en una familia luchadora, unida, tradicionalista. Mis papás se quieren mucho y se han esforzado durante años porque seamos buenos chicos, estudiosos y orgullosos de nuestras raíces. Somos los destacados del barrio, todos los vecinos nos reconocen como buenas personas, y hasta nos felicitan por ser como somos, amigos leales, jugados, inteligentes, esforzados. No somos perfectos ni ideales, somos reales.
En los estudios me va regular, pero cuando estaba en el liceo me destaqué por esforzada. En la universidad ha sido todo más difícil, sobre todo porque me lancé a la conquista de otro idioma, el inglés, que si bien siempre me ha gustado, jamás lo iba a aprender a la perfección en el liceo, pero acá estoy, dando la pelea por sacar mi carrera adelante, sudando la gota gorda a veces, pero tu siempre estás detrás, escuchándome, alentándome, dándome ánimos y diciéndome lo valioso que es mi esfuerzo. Sobretodo cuando he pensado renunciar y tomar el camino difícil; cuando he temblado de miedo pensando que lo podría perder todo.
¿Cuántas veces te he "pateado"? más de seis o siete, creo. En todos los seis años de nuestra relación, siempre te he dicho "no va más" cuando me siento acorralada por sentimientos demasiado complejos para cuando mi mente desea simplezas, y por supuesto yo no soy simple. Pero todas esas veces mi corazón ha temblado de miedo de que tu dijeras, "dale, se acabó, ya me tenías bien aburrido". Nunca ha sido así, siempre nos hemos reconciliado, pero se que te he hecho daño y que algún día me pasará la cuenta.
Siempre me ves "hermosa", a pesar de que jamás me maquillo ni me visto sexy ni sigo la moda, soy "cómoda" porque amo los jeans y las zapatillas, y ponerme polerones que me queden grandes, y poleras de cuello cerrado, me gusta sentarme en el suelo con las piernas abiertas, o a lo "indio" o "montarme" en los brazos de los sillones. Pero así y todo, tengo una falda para tu deleite y un pequeño "neceser" con cosméticos simples, pero que me darán un toque distintivo.
Finalmente, me has querido como soy, me has aceptado en la locura y la enfermedad, te has aguantado las ganas de gritarme cuando me lo merezco, me has mirado con la mayor dulzura cuando me siento como una plasta en el camino, y me has dado amor desde el día en que me dijiste que yo también te gustaba, cuando eramos dos inseguros chicos que se la habían pasado casi todos sus cortos 16 años siendo rechazados y engañados. Sanaste heridas que pensé que destruirían mi deseo de amar, y me regalaste nuevos sueños. Me diste alas para saber que quiero y puedo seguir adelante.
Pase lo que pase, sigamos o quede hasta aquí, nos casemos algún día o nos volvamos un mero recuerdo, siempre me sentiré feliz de haber compartido con una persona como tú, los seis años más maravillosos de toda mi vida.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mal día

Hoy tuve uno de esos días en que sientes que no vales un peso, y que las personas que te rodean sólo esperan verte herida con las cosas que te dicen.

Me pasé la tarde entera discutiendo con mi pololo; tenemos tantas ideas distintas, pero se me pasó luego de escuchar excelente música con unos audífonos gigantes y mandar todo a la punta del cerro por unos minutos. No, prefiero encerrarme a generar una confrontación mayor.

Después de almorzar (pasadas las cinco de la tarde, era Domingo) nos fuimos a la casa del padre biológico de mi pololo. "He allí la gran piedra que acongoja mi sentir", no sé cual es la idea de esa familia, jamás se preocuparon ni por la educación, ni menos la salud de él (mi pololo), y ahora, cuando es ya un adulto pretenden demostrar un interés (mera culpa). Me sentí tan ofendida en esa casa que he decidido no regresar. Me trataron como una cualquiera, alguien que puede ser pateada con facilidad. Si tan sólo supieran la fortaleza interior que poseo, porque ni un segundo me falló la sonrisa, pero me demoré menos de una milésima en crear una verdadera carnicería en mi mente. Ni siquiera se salvó el conejo.

Volver a casa fue lo más doloroso. No era yo la herida, era él. Que fuerte y valiente es para enfrentarse al hombre que no le dio nada durante los años más duros de su vida, y que ahora desea un abrazo y que se perdone todo. soy sólo una extranjera en esta tierra árida que es la paternidad no-responsable, pero puedo decir que ese hombre, como bien dice el dicho "padre no es quien engendra, sino quien cría"; no es un padre. Es un hombre desconocido con ínfulas de padre amoroso.

Fin

lunes, 26 de septiembre de 2011

Departure

El aeropuerto de Santiago, Arturo Merino Benítez, lleno de gente, lleno de despedidas. La veo sentada nerviosa, llenando el formulario de Policía internacional.

-¿Qué pongo aquí?- me preguntó

No pude evitar reirme, claro que no lo sabía, jamás he viajado fuera del país, ni dentro del mismo país en avión. -no tengo idea, peque-

Me miró un poco desilusionada, -siempre pensé que lo sabías todo, es una pena darse cuenta de que no es así...- mi cara debe haberle mostrado lo mal que me sentaron sus palabras porque se refrendó -sin ofender por supuesto-

Acerqué su cabeza a mi cara y la besé en la frente, -no, peque, no lo sé todo. Nadie nunca podrá lograrlo, pero hacemos lo que podemos para saber lo que necesitamos- le sonreí.

Se levantó de donde estabamos y se acercó a sus compañeros de viaje para preguntar lo que ellos parecían saber, pero las caras de todos seguían mostrando interrogación. Estuvieron unos minutos discutiendo, luego pasaron a la desesperación, después al silencio y finalmente estallaron en risas nerviosas. Habían pasado tantos obstáculos para llegar a ese momento que ahora se sentían defraudados de que su último escollo fuera una simple forma para un puestito de policia en el momento del embarque.

Después de más de media hora, la voz mecánica del aeropuerto llamó a los pasajeros del vuelo con rumbo a "Estados Unidos" para abordar. Llegaba la hora de la despedida final.

La dejé abrazar a todos sus amigos y familiares, que llorara y se tomara fotos con sus amigas, y la sentí tan pequeña, las lágrimas se asomaron en mis ojos y me esforcé por no llorar. Cuando llegó el momento de abrazarme a mi, la estreché fuertemente y le susurré al oído -"cuando vuelvas, aún estaré aquí, peque." Ella no me contestó y se alejó corriendo con sus compañeros.

Antes de cruzar la puerta de embarque se dio la vuelta y usando la manos para amplificar su voz, gritó -¡Volveré pronto, papá!

Finalmente dejé las lágrimas correr por mis mejillas mientras mi esposa me abrazaba llorando también.

lunes, 29 de agosto de 2011

Twitter

Hace más de un año que utilizo Twitter, pero lentamente me voy dando cuenta de que me cuesta mucho acortar mis pensamientos a 140 carácteres, y aún así esperar decir algo inteligente en esa cantidad de símbolos.

Me sirve para recordarme que las personas no desean profundizar en las vidas de los personajes a quienes le dan "follow", o en buen castellano "siguen"; por lo tanto aquellas cortas frases deben ser reveladoras y entregar un mensaje que no sea fácil de olvidar. Con tal de ganar un "retwitteo", todo.

En cambio yo, me pongo a pensar cada una de las cosas que quiero escribir, y muchas veces me he arrepentido y simplemente he cerrado la página porque o lo que escribo no tiene sentido, o porque al acortarlo lo pierde por completo. Soy más díficil de lo que pensaba, y me he acomodado al blog más fácilmente. Pero aún así no puedo escribir con la fluidez con la que los pensamientos cruzan por mi mente, por lo general me arrepiento de lo que he escrito, lo borro, y me olvido por semanas de este pequeño espacio en la red que comparto con todo el mundo.

La vida sigue fluyendo mientras tanto, yo sigo aquí, mirando las puntas de mis zapatillas, blanqueadas una y otra vez, con mi sueño de ser profesora casi en el bolsillo, y con los deseos de escribir por fin mi novela, sea buena o mala. Todo con la epseranza de por fin terminar algo bien.

Twitter seguirá estando allí, y podré decir tantas estupideces como quiera en ese espacio. Aquí diré las verdades más largas, más poetizadas, más como soy yo misma, una floritura de la bipolaridad y los delirios de persecución. Una yo que todos creen conocer pero que nadie desea asilar.

viernes, 19 de agosto de 2011

Pensamientos del hambre

Es más de medianoche, y yo debería estar durmiendo, porque mañana (o hoy pero más tarde) 19 de Agosto, iré a hacerme mi examen de sangre, para comprobar el estado de mi condición (padezco de resistencia a la insulina).

Ha pasado casi un año desde que me hice el primer examen donde me morí de susto al ver los elevados índices de azúcar en mi sangre, y pensé "tengo diabetes, hasta aquí no más llegamos", pesaba 93 kilos, y el azúcar era mi desayuno, almuerzo y cena.

No tenía diabétes, pero si Resistencia a la insulina, la cual por más que la he leido y estudiado aún no comprendo del todo y no procederé a explicar... Pero aún así me asusté, y empecé el tratamiento. Adios Azúcar, adios sedentarismo, adios a muchas cosas que amaba comer.

Las primeras semanas fueron horribles, me quedaba dormida en todos lados, no tenía energías para nada, tomaba agua hasta por si acaso y orinaba ídem. Pero lentamente se fue notando el cambio. Un kilo cada semana, después dos kilos, tres... Luego ya se fue regulando, hasta llegar a los 17 kilos que ya he bajado, según el último control. Si bajo 8 kilos más tendría mi peso normal.

Pero a pesar de todo esto, no me preocupa el peso, me preocupa mi salud. En mi familia, la diabétes corre en la sangre, y yo como buena sedentaria soy la candidata número 1 para padecerla. Tengo miedo de quedar atada a algo así, pero bueno, mañana es el "día D" y ahí se verá. Yo voy con fe, con fe de que mi esfuerzo no ha sido en vano, y que el apoyo tampoco.

viernes, 5 de agosto de 2011

¿Qué pasa?

¿Qué pasa cuándo muere un ser querido? ¿Hemos de morir un poco con ellos también? ¿Muere el amor, el cariño, los buenos recuerdos? ¿Muere la esperanza de volverse a ver?

No lo sé, en estos momentos no tengo respuesta para estas interrogantes, y siento en mi corazón un hueco enorme y una opresión indescriptible, ha muerto mi abuelo, después de estar casi un mes conectado a un respirador artificial, inconsciente. Se fue para no sufrir más, dicen todos.

Fui a verlo un día, a la unidad de cuidados intensivos del hospital, es una imagen muy dolorosa, ver a una persona tan querida conectada a máquinas y con tubos amarrados a su boca. Todos sabíamos en ese momento que mi abuelo necesitaba descansar, salir de ese cuerpo que ahora era sólo una carga para él, pero aún así cuando ya llega el momento, lloras amargamente, porque dejar ir a un ser querido es lo más doloroso que puede ocurrir.

Me acuerdo que a principios de año, en Marzo más o menos un día que iba al trabajo me lo encontré en la calle y aún estando un poco lejos me dediqué a observarlo, había envejecido mucho de golpe, debido a que tuvieron que amputarle dos dedos de su pie por la diabétes que lo aquejaba llevaba un muleta para poder caminar, y cuando me acerqué casi no me reconoció, y yo lo abracé y le dije "te quiero mucho, abuelito. Cuídate por favor" Y tuve que seguir mi camino porque las obligaciones diarias me lo exigían. Ahora quisiera volver a ese día y decirle, "no te olvides de nosotros por favor." Antes de ingresar al hospital el día 10 de Julio mi abuelo no reconocía a nadie, ni a sus hijos y nietos, ni a sus yernos y nueras.

Murió ayer en la noche, mi tía nos llamó para avisarnos que estaba mal, mi papá y mi mamá salieron rápidamente para estar con él, pero no alcanzaron a llegar, mi mamá me dijo que aún estaba tibiecito. Yo sólo lo recuerdo frío, en esa sala de la UCI, donde las máquinas me decían que mi abuelo estaba muerto si las desconectaban de ellas.

Sé que está descansando ahora, pero me duele esta herida abierta en mi pecho. Son las 8 en punto de la mañana del Viernes 05 de Agosto de 2011, hoy he despertado sabiendo que mi abuelo ya no está entre nosotros, y quiero llorar porque me duele, pero no puedo hacerlo, porque todos a mi alrededor están siendo valientes y son prácticos al preocuparse de los trámites, de avisar a las personas que necesitan saber la noticia y a sus jefes porque no irán a trabajar. Yo quiero un abrazo y que alguien me acaricie la cabeza y me diga que todo estará bien, que mi abuelo descansa, que ya no hay más sufrimiento ni dolor para él.

miércoles, 27 de julio de 2011

Tengo que decirte adios

Es triste verte es una cama de hospital, y de que quizás ni siquiera te des cuenta de dónde estás, por qué estás así, ni que pasó.

Me ha costado acostumbrarme, y recién empecé a llorarte el día que me paré a tu lado y traté de sostener tu mano fría e hinchada y darme cuenta de que hace tiempo que ya no sientes nada, estás como dormido. Como muchas veces te vi en el sillón de mi casa cuando "veías" fútbol con mi papá.

El doctor me preguntó quien era yo, y a mi no me salía la voz, estaba aterrada. Soy su nieta, le dije bajito, no porque no quiera reconocerlo, sino porque duele aún más saber que este puede ser el final. Porque al decir la palabra nieta el peso de todos los años que tienes se vino encima, yo soy tu nieta, tu eres mi abuelito.

Me dijeron que no te hable, porque no me escucharás, que me limite a acariciarte en las pocas partes que los cables y tubos que te sostienen a la vida dejan disponibles. Pero yo no reconozco en ese cuerpo, muerto y frío, nada del tierno hombre que siempre has sido.

¿Cómo confesarte que me vengo a despedir? ¿Qué tengo la certeza de que este es el final del camino? Creo que tu ya no estás en ese cuerpo, y que sólo estás esperando la orden de alguien más para soltar las últimas ataduras.

Cuando ya salí de la sala de hospital más deprimente que he pisado, mi tía me dijo "mi papá está muerto", y yo sólo me limité a decirle que si con la cabeza y a escapar lejos de esa tristeza infinita.

Apenas me vi en la calle, con el ruido y la cotidianidad, me puse a llorar nuevamente, amargamente, porque no te pude dar un beso cariñoso cuando aún estabas consciente y maravillosamente vivo.

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Terminé de escribir esta entrada el día 8 de Diciembre del 2011, 4 meses y 3 días después del fallecimiento de mi abuelito, aún llorando a mares, extrañándolo demasiado.

Por siempre vivirás en nuestros corazones, donde dejaste una huella imborrable

Gracias, Luis Anselmo Paredes Mella.

Gracias, Abuelito Luis.

Tu nieta, Lalita.


martes, 19 de abril de 2011

La suma de los dias

Adevertencia: esta entrada carecera de todo acento hasta que pueda editarla en mi propio computador...

Ayer y hoy me enfrasque en la lectura, o relectura, de "La suma de los dias" de Isabel Allende, quien para nadie es secreto es mi autora favorita junto a Charlotte Bronte, y me sorprendo de lo rapido que puedo pasar las paginas y lo veloz que se vuelve mi lectura cuando es algo escrito por ella.

Soy una avida lectora siempre abierta a los desafios de un libro cerrado y cuya portada no me evoque nada, pero asi y todo los libros para niños aun atraen el 80% de mi atencion, no puedo leer para los demas, porque eso me agobia, pero si puedo leerme a mi misma en voz alta para no perder la idea de lo que estoy leyendo.

Creo en el poder de mi imaginacion con cada lectura, y mientras mas vovabulario contenga un libro, mas feliz me pongo porque aprendo palabras nuevas, algunas sencillas, algunas complicadas, y otras que aprendi en mi infacia, pero que en la vulgaridad de los años no he vuelto a utilizar.

La suma de mis dias se ha transformado en un desafio latente para llegar a un puerto imaginario, es una rebelion constante de mi ya denotada adultez y mi porfiada ilusion de permanecer niña. Ya no me puedo quejar porque la dependienta de la panaderia me diga señora en vez de señorita, estoy remando lentamente en la veintena de mi vida, y aunque aun me queda mucho por vivir, siento que ya no estoy para sentarme a jugar con barro.

He entrado al mundo laboral y me he agobiado por este corazon de abuelita que siente que debe involucrarse mas alla de lo conveniente, la orientadora del liceo no se equivoco, la labor social corre por mis venas como la sangre. Soy un ser social, soy una persona que se preocupa, y si alguien me dice que tiene problemas no dormire en la noche si no puedo darle al menos alguna idea para que lo solucione. Pero asi y todo cuando hablamos de "mis" problemas, me quedo callada, me guardo en una bolsita todas las lagrimas que derramo escondida en el baño, apretando la cara contra la almohada o en acusando a un bostezo de que me salten gotitas de los ojos.

Mis penas son mias. Eso le dije una vez a la persona que me ha acompañado por mas de 5 años en una relacion que si bien no ha sido de cuento de hadas, me ha hecho aprender a amar mis defectos y los de los demas; y el me respondio, que para que estabamos juntos como pareja si yo no era capaz de confiar en el para apoyarme en los momentos en que lo necesite. Y, oh! me di cuenta, de que cada vez que algo me agobia corro a esconderme en algun rincon oscuro a lamerme las heridas, y antes los demas aparento fortaleza, aunque por dentro sea solo trocitos quebrados de lo que en realidad soy.

De ahora en adelante debo emprender este nuevo viaje, empezar a confiar en todos aquellos que me ofrecen un trocito de su corazon, que no me miran con compasion, sino que con critica constructiva. Que no solo estan alli para juzgar, sino que para afrecer un hombro amigo donde llorar o un consejo que puedo tomar o dejar.

No digo que el cambio sera de un dia para otro, ni que me van a ver ventilando mis miedos e inseguridades cuando me reuna con mis amigos, pero si notaran que timidamente ire mostrando un poco esa cara que nadie ha visto, esta Gladys que tiembla de miedo ante los problemas y que por primera vez pedira un consejo, pero me seguire riendo de mi, eso... Eso si que no pretendo cambiarlo por nada del mundo.

domingo, 13 de marzo de 2011

El calor de su cuerpo

Me levanté de la cama y cerré todas las cortinas de la habitación, quedándome a oscuras al mediodía y apresurada volví a recostarme al lado de su cuerpo aún tibio. Lo abracé suavemente por la espalda cerrando los ojos, luchando por no ahogarme con su aroma.
Suspiró en sueños y se removió un poco, deseaba que no se despertara nunca, que nunca se diera la vuelta y me viera a la cara, que nunca se percatara de lo que realmente estaba sintiendo, deseaba que la noche se volviera eterna y que se llevara la luz del sol con ella.
Pero el ruido de la calle rompió mi refugio y él finalmente se escapó de los brazos de Morfeo. Se levantó de la cama en la que yo aún fingía dormir y dándome la espalda se vistió en la penumbra de la habitación.
Lo escuché maldecir cuando se percató de la hora en el reloj que descansaba en el velador, ¿tarde para el trabajo, la universidad, la esposa? No lo sabía, y ni ánimos de saberlo tenía.
Vestido no resaltaba el atractivo que desnudo me había hecho perder la razón, y luche por guardarme esa imagen en la cabeza y borrar todo recuerdo de la noche anterior. Esperaba ansiosa que no se volteara, y que su cara se me difuminara lentamente como vapores alcohólicos, anhelaba mi ignorancia de su persona.
Escuché su lejana risa en el baño, y me tapé los oídos mientras me sentaba en la cama, ¿Debía borrar cada cosa suya de mi?, Me cubrí la cabeza con la almohada mientras se abría la puerta del baño y salía "¡Ni una palabra y sal de mi vista!", le dije.
Salió de la habitación y de mi vida poco después, mientras yo aún ajena a la realidad me seguía cubriendo completa la cabeza, pero sobre todo los ojos con lo que ahora parecía contener mis lágrimas. Volví a acostarme, deseando soñar con el calor ajeno de ese cuerpo tantas veces soñado, añorado ahora...
Horas después desperté con la cabeza muy pesada, el cuarto aún a oscuras, y mi celular sonando como un loco, más de 10 llamadas perdidas, mi madre, mis amigos, y un número desconocido, varios mensajes de mi profesor de la Universidad, y uno que decía "asómate, por favor."
"Estoy delirando, no puede ser él, yo jamás le dí mi teléfono, demasiado lindo para ser verdad"´pensaba, pero aún así abrí las cortinas dejando entrar los fríos rayos de la luna antes de abrir la ventana y ver a un desaliñado hombre parado en la vereda, con un ramo de flores en sus manos.
"Creí que no volvería a verte" le grité desde mi altura.
"Creí que debía al menos intentarlo," me contestó con una sonrisa.
"No te conozco, no sé nada de ti," solté casi llorando.
"Digo lo mismo, pero quiero saber porqué aún cuando no te conozco, sé que eres lo único hermoso que he hallado por algo tan banal como el sexo," me contestó.
"Creo que tenemos que hablar, sube, te abriré la puerta." le grité por fin.
Explicarle y verlo sonrojarse al darse cuenta que estaba tan borracho que nada había pasado entre nosotros la noche anterior no me tomo más de 10 minutos, con un café en la mano, y el espacio del sillón entre nosotros, como si se tratara de un par de amigos. Aún así eramos dos extraños, y no había forma de traspasar la barrera.
Contra la voluntad de mi racionalidad le pedí que se quedara otra vez esta noche, y se acercó para besarme, lo dejé hurgar en mi boca y en mis sentimientos, dejé que mientras me abrazaba borrará los malos recuedos que me hacían temerosa, las penas que me secaban el corazón, y me dejé abrazar como a un peluche en la cama, mientras yo misma me apretaba contra su pecho, sintiendo latir su corazón rápidamente por mi, por nuestra cercanía.
No habíamos llegado lejos nuevamente, pero no lo veía molesto, esta vez cerré los ojos no sin antes mirarlo fijamente, y me dormí deseando amarlo pronto y no dejarlo escapar de mis brazos.

jueves, 3 de marzo de 2011

Te olvidaré... Algún día

Me pregunto cuando podré olvidarte al fin, y por más que lo intento no puedo responderme...

Se hace complicado sacar a alguien de tu cabeza si su presencia es capaz de envolverte donde quiera que estés, en la brisa que pasa a través de los árboles mientras, en el gorjeo feliz de las pequeñas avecillas que aprenden a volar cerca de tu ventana... Y cuando su sonrisa se refleja en el espejo mientras te cepillas los dientes.

Y aún a pesar de todo, sé que algún día, en un tiempo que espero que no sea muy lejano, podré por fin sacarte de mis memorias, y pretender que todas las cosas lindas que vivimos; que de una forma y otra es lo único que soy capaz de recordar en estos momentos, no son más que las experiencias de la vida.

Los: "es que lo dejé porque me hizo tal cosa", "que me engañó con fulanita", "que sólo me quería para no estar solo", son los reproches que repican en mis oídos una y otra vez, mas ninguno de ellos llena las expectativas. Tengo que enfrentarte y decirte "me dejaste de querer", y sé que las lágrimas se agolparán en mis ojos cuando te lo diga, y que me voy a poner a sollozar como una idiota.

Quiero poder confrontar a la realidad, y que en vez de reprocharte por el dolor que me causas, pueda sonreir y con mi mejor actitud susurrar mientras el viento se lleva mis palabras suavemente hacia ti... "El tiempo que pasamos juntos fue maravilloso, una lástima que tenga que acabar así..." Y mientras mi cuerpo tiembla para contener la pena en mi falsa sonrisa, mis ojos con decisión te mostrarán que te olvidaré... Algún día.

lunes, 21 de febrero de 2011

Brillante como el oro, oscura como el abismo

Pocas personas he conocido con las cuales no he congeniado, pero en particular cuando la conocí a ella mi corazón dio un vuelco.

Su piel era hermosa, brillaba con un tono dorado, sus ojos eran de un color amarillo cautivante, alta, esbelta, el prototipo perfecto de mujer.

Lo único oscuro en ella era su cabello, de un negro azabache intenso, y muy largo, llegando hasta sus rodillas. Lo llevaba siempre atado en una trenza que colgaba en su espalda.

Era simplemente, una chica maravillosa.

No soy de esos hombres que rehuyen de las chicas, pero ella me asusto, había algo que me hacia retroceder, como si ambos fuésemos del mismo polo, como los imanes. Nos miramos una primera vez, y de inmediato nos declaramos enemigos.

Me obsesione con la extraña reacción, y seguí buscándola con la mirada una y otra vez, tratando de acercarme a ella, tratando de entender porque, quien era esta extraña mujer que me impedía acercarme.

El mundo es un pañuelo y nosotros las lágrimas que ruedan por este, y me la volví a encontrar en cada reunión social donde yo asistía. Misteriosa siempre, rodeada de belleza e ironía.

Con unas cuantas copas de mas, envalentonado y medio loco, me acerque a hablarle por fin, el aroma cautivan te de su piel se volvió una horrible pestilencia para mi, y el asco me lleno por completo, y por momentos creí ver que su bella piel se caía a pedazos, podridos restos poblaban el suelo. Caí desmayado, sin entender el porque.

No la volví a ver, ni siquiera supe como aparecí en mi casa al día siguiente, estaba en mi cama, bañado en sudor, como si hubiera despertado de una pesadilla. Baje a desayunar. En las escaleras me encontré con algo espantoso, una mata de pelo negro estaba esparcida en ella, y el olor a putrefacción lo llenaba todo.

ELLA, esa cosa, me esperaba sentada en el sillón, su piel antes dorada y hermosa, ahora una masa viscosa y verde, oliendo a putrefacción. Sin pelo, lo único que permanecía, era el color amarillo de sus ojos.

Una voz cavernosa me dio la bienvenida, y una risa aguda se burlo de mi asqueada expresión. -Eres el primero en muchas décadas que nota mi verdadero ser- dijo arrastrando las palabras -podrías haber sido mas sabio y haber permanecido lejos...-

miércoles, 9 de febrero de 2011

Tu mano

Sostenías mi mano, no muy fuerte ni muy despacio, sólo con firmeza para que mis dedos no se escaparan con el movimiento involuntario.

Mis oídos no podían localizar tu voz, sólo escuchaba entrecortadamente lo que parecía ser el murmullo de tus dulces palabras, pero lejos, cada vez más lejos...

No sentía dolor, nada, puedo asegurarlo, pero no podía mover mi cuerpo a voluntad, me pesaba cada miembro cual si se hubiera vuelto de piedra, y sólo mis dedos seguían temblando en tus manos...

Y lloraba, las lágrimas corrían como un torrente caliente limpiando mi cara, mas no podía sollozar, las gotas formaban un caminito silente y constante.

Mis ojos estaban nublados, sólo distinguía las sombras de las personas que estaban alrededor de nosotros, que corrían desesperados.

Luego escuché por fin los gritos, los llantos, las voces ahogadas... "¡Sáquenlos!" "¡Este todavía respira!"... y tantas otras destempladas voces que ansiaban ayudar.

Tu mano se agarró fuertemente a la mía, pero no podías moverte, y yo no era capaz de hacer nada para llamar a los que intentaban hacer algo por nosotros, ¿Cómo les avisaba que estabamos allí si no podía levantar mi cuerpo ni menos alzar mi voz?, empecé a mover los labios lentamente, suavemente "Estamos aquí..." "Estamos vivos..." Y el terror se apoderaba rápidamente de mi al darme cuenta de que de mi garganta no salía sonido alguno, ibamos a morir...

No sé que pasó después, lamentablemente mi memoria ha descartado los trozos más importantes de lo que ocurrió en el instante en que por fin alguién se fijó en nosotros, atrapados bajo las ruinas de una escalera, inmoviles,casi asfixiados y medio muertos, pero tomados de la mano tan fuerte que las llamas parecían haber fundido ambas extremidades.

Mi laringe estaba tan dañada por el humo que los doctores dijeron que lo más probable es que no volviera a tener un funcionamiento normal, pero eso no me preocupaba, estaba más interesado en saber de ti, que pasaría contigo.

Los doctores dijeron que no sobrevivirías, recibiste la mayor parte del derrumbe sobre tu cuerpo para protegerme, y como los escombros estaban envueltos en llamas tu cuerpo estaba severamente quemado y dolorido.

No teníamos nada en común tu y yo, y aún así arriesgaste tu vida para salvar la mía, echaste todo un futuro brillante por la borda por un tipo que no vale la pena, y ahora estabas ahí, en una fría cama de hospital, dopado todo el tiempo para que no tuvieras que soportar el dolor, para mitigar la lenta muerte que te atacaba.

Después de dos semanas me atreví, ya que nadie venía a verte le pedí al doctor que me dejara estar contigo aunque fuesen unos minutos, así que cuando nos dejaron solos, me senté a tu lado con una pizarra y un plumón borrable en el regazo y te tomé la mano que estaba más cerca de mi.

Cerré los ojos y con todo mi cariño fui tratando de llevarte a través de mi calor las palabras de aliento y agradecimiento que fluían de mi corazón, y que mi dañada garganta no podía soltar, te di las gracias, te dije cuanto te amaba, cuanto anhelaba poder decirte tantas cosas a la cara, mirándote a los ojos, con mi voz suave de querubín.

Nos inventé una historia juntos, y un pasado hermoso, un amor espléndido que sabía que de haber sido otra la situación habría podido darte, de los besos apasionados bajo la luz de la luna que nos dimos tantas veces, de las horas muertas que me quedé contemplándote bello y varonil como eras, de la familia que quisimos formar, y finalmente del sacrificio enorme que hiciste por amor a mi, y apreté tu mano para despertarte de tu sueño doloroso.

Abriste los ojos y me miraste inundado de amor, tenían un color maravilloso que yo jamás habría podido imaginar, y moviste los labios para decir "gracias".

Tomé la pizarra con los ojos anegados de lágrimas, y garabateé una sola palabra "vive" y te la mostré. Lo que pasó después fue casi un milagro, luchaste codo a codo con la muerte, seguiste paso a paso las terapias para poder recuperar tu maltrecho cuerpo, pero tu espíritu seguía intacto.

Casi un año después abandonaste por fin la clínica, quizás ya nunca podrías ser el mismo de antes, pero aprenderías a vivir con ello. Salimos tomados de la mano, en lo que yo pensaba sería la última vez, ya que había creado esta fantasía para infundirte valor, pero no me dejaste soltarme y casi me arrastraste a tu lado. "No te irás, tenemos que recuperar el tiempo perdido y hacer realidad todas las cosas que me contaste."

Quise decir algo, pero me pareció mejor sólo esbozar una sonrisa, ya que aunque ya podía hablar bastante, tenía un nudo en la garganta.

domingo, 30 de enero de 2011

Yo soy feliz si tu eres feliz

"Yo soy feliz si tu eres feliz" dije sin pensar.

"Mentira", me contestó secamente.

Entonces perdí la batalla y las lágrimas hicieron su aparición, no hice nada por detenerlas y solo me giré dándole la espalda, todo se puso borroso, y me parecía mejor así, la realidad se apoderaba de mi escudo de fantasías y lo deshacía.

"¿Por qué me dices que serás feliz, si esta claro como el agua que no es verdad?" me recriminó.

Y yo, me quería quedar en silencio, pero mi aporreado espíritu había tomado el mando, "¿Qué más podía hacer? No tengo el poder de hacer que te quedes a mi lado, pero, pero si al menos supiera que alguien hace brillar tus ojos por amor, podría fingir que soy muy feliz."

Pensé que oiría su risa, que se burlaría de mi como siempre, mas esperé en vano, sólo pude escuchar sus pasos en el pasillo, alejándose de mi, sin decir palabras que me dieran al menos una esperanza. Todo estaba perdido.

Me quedé un rato más allí, esperando que las lágrimas se agotaran, y que mi corazón latiera a su ritmo normal, y cuando me preparaba para salir me topé de frente con él.

"Sería feliz si me dijeras lo que en verdad te pasa" dijo sonrojado, su cabello estaba alborotado, ya que siempre que algo lo molestaba lo revolvía con sus manos.

"Lo que me pasa es que estoy enamorada de ti, pero sé que nuestra amistad es lo más importante, que prometimos ser siempre los mejores amigos del mundo, y que yo... que yo no puedo verte como un amigo más, porque te amo demasiado" y rompí a llorar otra vez.

Esta vez puso sus brazos alrededor de mis hombros y me estrechó contra su pecho, pude sentir su corazón latiendo salvajemente, "¿Te acuerdas de lo que me dijiste cuando nos conocimos?", negué con la cabeza, "No puedes enamorarte de un amigo, porque eso sólo crea confusión y dolores de cabeza, aunque si fueras tu, no me importaría."

Mi respiración se cortó por unos segundos, era verdad que yo había dicho eso, hace más de 7 años, cuando no me importaban los chicos, y ahora me sentía tan perdida.

"He estado esperando más de 7 años a que me dijeras lo que sentías, creo que es hora de decirte lo que siento yo, nunca te he visto como una amiga, tu me gustas, y mucho." y casi susurrando en mi oido "soy muy feliz, ¿lo eres tu también?"

"Si", y sólo pude cerrar mis ojos y desear que este sueño no acabara nunca.