lunes, 10 de octubre de 2011

Mal día

Hoy tuve uno de esos días en que sientes que no vales un peso, y que las personas que te rodean sólo esperan verte herida con las cosas que te dicen.

Me pasé la tarde entera discutiendo con mi pololo; tenemos tantas ideas distintas, pero se me pasó luego de escuchar excelente música con unos audífonos gigantes y mandar todo a la punta del cerro por unos minutos. No, prefiero encerrarme a generar una confrontación mayor.

Después de almorzar (pasadas las cinco de la tarde, era Domingo) nos fuimos a la casa del padre biológico de mi pololo. "He allí la gran piedra que acongoja mi sentir", no sé cual es la idea de esa familia, jamás se preocuparon ni por la educación, ni menos la salud de él (mi pololo), y ahora, cuando es ya un adulto pretenden demostrar un interés (mera culpa). Me sentí tan ofendida en esa casa que he decidido no regresar. Me trataron como una cualquiera, alguien que puede ser pateada con facilidad. Si tan sólo supieran la fortaleza interior que poseo, porque ni un segundo me falló la sonrisa, pero me demoré menos de una milésima en crear una verdadera carnicería en mi mente. Ni siquiera se salvó el conejo.

Volver a casa fue lo más doloroso. No era yo la herida, era él. Que fuerte y valiente es para enfrentarse al hombre que no le dio nada durante los años más duros de su vida, y que ahora desea un abrazo y que se perdone todo. soy sólo una extranjera en esta tierra árida que es la paternidad no-responsable, pero puedo decir que ese hombre, como bien dice el dicho "padre no es quien engendra, sino quien cría"; no es un padre. Es un hombre desconocido con ínfulas de padre amoroso.

Fin

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