lunes, 12 de diciembre de 2011

Violencia


Había pasado una semana.

Se miró al espejo y se sonrió, no se reconocía a si misma con el ojo hinchado y morado aún, su labio cortado y su pelo totalmente estropeado.
Tenía el cuerpo cubierto de magulladuras, cortes en los brazos, raspones en las rodillas. Las uñas de sus manos estaban todas quebradas, y le dolían los dedos.
Se pasó la mano por la desastrada cabellera, donde antes una hermosa cascada de pelo cubría sus hombros, hoy sólo jirones mal cortados se enredaban en sus manos.
Caminó por la habitación en penumbras, todo allí estaba en orden y sólo ella parecía estar fuera de lugar, “este ya no es mi hogar,” pensó.
Mientras guardó reposo en el hospital no dejó que le pusieran un espejo por delante, quería esperar a verse en la seguridad de su casa antes de hacerlo. Pero no sentía seguridad en ese vacío inmenso.
Alguien llamó a la puerta. Con desconfianza se acercó y preguntó -¿Quién es?-
-Soy tu hermana, loquilla- fue la contestación.
Abrió, y su hermana entró. Miró a todas partes sin distinguir en ese cuarto falto de luz. Se acercó al interruptor y permitió que la luz artificial inundara el espacio, aunque a espaldas de la dueña de casa la oscuridad se escondía.
-Te ves mejor,- sonrió la recién llegada.
-Me siento mejor,- respondió, y logró percibir su voz rasposa, aún le dolía la garganta.
-¿Ya vinieron a verte?- preguntó su hermana.
Ella entrecerró los ojos, dudosa, y se esforzó por recordar la razón por la que alguien vendría a verla; que no fuera su hermana por supuesto. -¿Quién viene?-
-La familia de “ÉL”,- recalcó la hermana.
 De pronto, muchas ideas se agolparon en su cabeza, y la chica se llevó las manos a la cara, atravesada por el dolor.
Él, la palabra “Él”, su cabeza dio vueltas, y las imágenes se agolparon en sus ojos, sin poder sacarlas de la niebla que las cubría. Él. Quería gritar su nombre, pero su garganta se cerraba, y su boca se abría y cerraba sin emitir más que gemidos dolorosos.
Su hermana se acercó a ella presurosa y la envolvió en sus brazos fuertemente, la arrastró hacia un sillón, la chica se desvaneció en sus brazos y cayó pesadamente.
Una semana había pasado desde que lo había perdido todo. Tenía sólo 23 años, pero cargaba una relación de toda una vida con un hombre maravilloso. Se conocían desde niños, y se habían amado con fuerza. Apenas ambos cumplieron los 18 se fueron a vivir juntos, empezaron a planear su futuro, pero ambos decidieron que debían estudiar y trabajar con ahínco para que en el momento en que llegaran los hijos pudieran darles un futuro brillante.
Él, era inteligente y terminó sus estudios rápidamente. Ella soñadora y despistada, se inclinó por la literatura, pero le costó un poco más terminar.
Una cálida noche de Noviembre, en la que ni el más mínimo viento soplaba, habían salido a celebrar que ella había recibido la calificación de su examen de grado. Todo había salido bien al fin.
Bebieron unos tragos en un pub cercano a su departamento, y salieron de allí un poco “alegres”. Ella miró el parque infantil y quiso columpiarse un rato, se sentaron y balancearon felices.  Ella le decía entre risas “¡ahora nos vamos a casar!”. Él trató de tomarle la mano, y cuando lo logró deslizó por su dedo anular un anillo con un pequeño brillante.
No vieron al grupo de chicos que entró en el parque unos momentos después.
Lo que pasó después era digno de la sección policial de las noticias. Los jóvenes trataron de asaltar a la pareja. Él les entregó la billetera y su celular, ella hizo lo mismo, se tomaron de la mano asustados. Los chicos no quedaron conformes con eso. Querían el anillo.
La chica retrocedió asustada, sin soltarse de la mano de él, quien murmuró “dáselos, no importa.” Ella no pudo reaccionar, y los chicos reaccionaron por ella.
Entre dos la agarraron por los hombros. Mientras que otros tres lo sostuvieron a él. Ellos no se soltaban de la mano. Ella gritaba su nombre, él le pedía tranquilidad mientras luchaba por zafarse de sus captores “calma, mi amor.”
Los chicos que la sostenían la lanzaron al suelo y le agarraron la mano izquierda, ella se defendía con sus uñas y los pateaba, pero pocas de sus patadas lograron su cometido. Uno de los chicos sacó una “mariposa” y empezó a cortar el pelo de la muchacha, no sin hacerle cortes en la cara y brazos por la forma en la que ella se debatía.
Por su lado él era golpeado por los otros tres, pero seguía gritándole a ella que estuviera tranquila, mientras les rogaba a ellos que no le hicieran nada, que se llevaran todo lo que quisieran, pero que no le hicieran nada.
Después de la golpiza que les dieron, el que parecía líder de los muchachos, se desabrochó el cinturón y gritó a los otros para que le quitaran los pantalones a ella, “me falta algo por llevarme,” dijo mirándolo a él.
Ella volvió a revolverse con violencia, presa del miedo. Él se levantó escupiendo sangre y se lanzó sobre el muchacho. Se revolcaron por el suelo del parque y forcejearon unos momentos sin que ninguno de los otros interviniera. De pronto él profirió un agudo grito de bestia herida y cayó pesadamente sobre el muchacho, quien lo apartó rápidamente y se arrastró lejos de él.
El chico se levantó y gritó a sus camaradas que debían marcharse de allí. Los otros se alejaron de la chica y corrieron a reunirse con quien daba las órdenes.
Él seguía tendido de costado en el piso, tal como había quedado cuando el chico se lo quitó de encima, la chica se acercó arrastrándose y llamándolo suavemente. Primero le tocó un hombro con la mano temblorosa, y luego lo abrazó por la espalda. Estaba vivo.
Cuando pudo voltear a su amado, se percató de que una cuchilla estaba clavada en su pecho, y de que respiraba pesadamente.  Ella lo miraba con ternura, pero asustada de lo que podía pasar de ahora en adelante.
-Mi… amor…- dijo él entrecortadamente.
-Shhhh,- lo calló ella, -tranquilo, no hables-
Él cerró los ojos y lágrimas corrieron por sus mejillas, volvió a abrirlos y la miró con dulzura, inspiró ruidosamente y le dijo con voz temblorosa –perdón por dejarte solita-
Ella comenzó a llorar en silencio, mientras le acariciaba la mejilla, sus propias heridas ya no le dolían, sólo quería que el tiempo se parara para que la vida de él no se apagara.
-¡No!- le gritó –No me dejes sola… ¡Ayuda! ¡Ayuda por favor!- gritó hacia la oscuridad de la calle.
Lo zamarreó, pero él respiraba cada vez más lentamente, acercó sus labios a los suyos y los apretó en un beso casi frío. Fue así que recibió su último aliento. Él murió con sus labios pegados a los de ella, y acobijado entre sus brazos. Ella vivió para verlo morir.
Varias personas se acercaron al lugar por los gritos de la chica, y la encontraron aún abrazada a su amado, pero ya desvanecida.
Al día siguiente despertó en una cama de hospital, a su lado estaba su hermana con los ojos enrojecidos y acariciándole la mano. Apenas la vio, recordó todo y quiso gritar, pero no le salía la voz.
Todo lo que ocurrió después vino como una ráfaga. La familia de él entro diplomáticamente a pedirle las llaves del departamento, y a avisarle que tenía una semana para sacar sus cosas de allí. El inmueble estaba a nombre de él y como no estaban casados nada le pertenecía.
A la semana la dejaron salir del hospital. En sus manos llevaba una cajita plateada. Una prima de él la había venido a ver trayéndole un poco de las cenizas de su amado, y ella la apretaba contra su pecho. Sabiendo que él no la dejaría nunca.
Cuando recobró la conciencia, estaba recostada en el sillón donde su hermana la había tendido. Comprendió que no le quedaba nada por hacer en ese lugar, se abrazó al pecho de su hermana, y lloró con amargura.
Durante la tarde llenó un bolso con sus pertenencias, y se aprestó a salir de ese lugar. Quedaron varias cajas con sus libros. En los brazos llevaba la cajita plateada y una de sus camisas, la que se había quitado antes de salir a celebrar, la que llevaba su olor.
Cerró la puerta tras de sí, y cerró los ojos. Sus labios se movieron articulando un “adiós” que no resonó en ninguna parte.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Inesperado


Este era un dolor absolutamente nuevo,  una sensación de tristeza que nunca me había tocado experimentar.
-Estoy enamorado de otra persona- me dijo bajando la mirada.
Fue como si algo se rompiera en mil pedazos dentro de mí, pero aún así pude mantener la voz firme y decir –no me esperaba eso.-
Se paró de la cama, donde nuestros cuerpos se había unido tan sólo unos minutos antes. Caminó desde su extremo al mío y se arrodilló frente a mi, que semidesnuda lo miraba fijamente.
-Sé que nunca te hubieras esperado esto, sobre todo después de tantos años que hemos compartido juntos, pero la vida es así,- me susurró tomando mis manos entre las suyas.
No aparté mis manos, pero deseé hacerlo, “¿me hizo el amor deliberadamente sabiendo que después me iba a dejar?”, pensé. Lo miré a los ojos detenidamente, buscando la risa, la burla, un ‘te la creíste’, pero no había nada de eso. Me quedaba tan sólo creerle, y no quería hacerlo.
-Si esta es una pesadilla, espero despertar pronto- le contesté, usando una frase cliché de las películas.
-No es una pesadilla, mi amor, es total y absolutamente la realidad,- comenzó a explicarme mientras me acariciaba una rodilla desnuda –casi no puedo creer que haya tenido el valor de decírtelo a la cara. Es más, pensé que te iba a dar un ataque de ira y que me harías pedazos.-
-Ya ves que no.- dije casi para mis adentros.
 Me sorprendió mi actitud en estado de shock, sabía que más tarde me arrepentiría por no haberle dado una paliza tal como se la merecía por la manera en que me estaba dando ‘filo’, llevábamos casi 5 años de relación, la cual siempre creí ver marchando como relojito suizo, hasta hablamos de matrimonio en varias oportunidades, de hijos, de una casa para los dos. Ahora todos esos sueños se me escurrían junto al sudor frío de la espalda.
Suavemente me desprendí de sus manos y me entretuve vistiéndome en silencio, con la mente en blanco, y poniéndome las prendas que un rato antes el mismo se había encargado de desprender apasionadamente. Cuando me agaché a atarme los cordones de las zapatillas, las lágrimas acudieron a mis ojos ‘raudas y veloces’, y las maldije en mi mente por ser tan oportunas.
Ya compuesta, externamente, tomé mi chaqueta y mi bolso y me acerqué a la puerta. Él me miraba parado en la entrada del dormitorio, todavía desnudo, patético, horrible a mis ojos ahora. Me volteé para mirarlo a la cara una última vez, le sonreí haciendo de tripas corazón y me despedí con un tierno y mortal: “espero que te pudras en el infierno, maldito hijo de perra.”

lunes, 21 de noviembre de 2011

Reflexión por ya más de seis años contigo


Tu y yo hemos pasado por muchas cosas juntos, y lentamente nos hemos dado cuenta de que podemos, y queremos, compartir una vida el uno con el otro. Sin embargo, pienso en nuestros sueños, los tuyos familiares y hermosos; los míos egoístas y triunfadores. No somos para nada una pareja perfecta, pero ¿sabes? he aprendido a vivir con eso cada día, a ver como aceptas mis manías con un poco de pena, pero a la vez me ayudas a darme cuenta que tengo que cambiar esos malos hábitos, porque o si no corro el riesgo de hacer tambalear esta relación.
Toda mi vida he estado en una familia luchadora, unida, tradicionalista. Mis papás se quieren mucho y se han esforzado durante años porque seamos buenos chicos, estudiosos y orgullosos de nuestras raíces. Somos los destacados del barrio, todos los vecinos nos reconocen como buenas personas, y hasta nos felicitan por ser como somos, amigos leales, jugados, inteligentes, esforzados. No somos perfectos ni ideales, somos reales.
En los estudios me va regular, pero cuando estaba en el liceo me destaqué por esforzada. En la universidad ha sido todo más difícil, sobre todo porque me lancé a la conquista de otro idioma, el inglés, que si bien siempre me ha gustado, jamás lo iba a aprender a la perfección en el liceo, pero acá estoy, dando la pelea por sacar mi carrera adelante, sudando la gota gorda a veces, pero tu siempre estás detrás, escuchándome, alentándome, dándome ánimos y diciéndome lo valioso que es mi esfuerzo. Sobretodo cuando he pensado renunciar y tomar el camino difícil; cuando he temblado de miedo pensando que lo podría perder todo.
¿Cuántas veces te he "pateado"? más de seis o siete, creo. En todos los seis años de nuestra relación, siempre te he dicho "no va más" cuando me siento acorralada por sentimientos demasiado complejos para cuando mi mente desea simplezas, y por supuesto yo no soy simple. Pero todas esas veces mi corazón ha temblado de miedo de que tu dijeras, "dale, se acabó, ya me tenías bien aburrido". Nunca ha sido así, siempre nos hemos reconciliado, pero se que te he hecho daño y que algún día me pasará la cuenta.
Siempre me ves "hermosa", a pesar de que jamás me maquillo ni me visto sexy ni sigo la moda, soy "cómoda" porque amo los jeans y las zapatillas, y ponerme polerones que me queden grandes, y poleras de cuello cerrado, me gusta sentarme en el suelo con las piernas abiertas, o a lo "indio" o "montarme" en los brazos de los sillones. Pero así y todo, tengo una falda para tu deleite y un pequeño "neceser" con cosméticos simples, pero que me darán un toque distintivo.
Finalmente, me has querido como soy, me has aceptado en la locura y la enfermedad, te has aguantado las ganas de gritarme cuando me lo merezco, me has mirado con la mayor dulzura cuando me siento como una plasta en el camino, y me has dado amor desde el día en que me dijiste que yo también te gustaba, cuando eramos dos inseguros chicos que se la habían pasado casi todos sus cortos 16 años siendo rechazados y engañados. Sanaste heridas que pensé que destruirían mi deseo de amar, y me regalaste nuevos sueños. Me diste alas para saber que quiero y puedo seguir adelante.
Pase lo que pase, sigamos o quede hasta aquí, nos casemos algún día o nos volvamos un mero recuerdo, siempre me sentiré feliz de haber compartido con una persona como tú, los seis años más maravillosos de toda mi vida.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mal día

Hoy tuve uno de esos días en que sientes que no vales un peso, y que las personas que te rodean sólo esperan verte herida con las cosas que te dicen.

Me pasé la tarde entera discutiendo con mi pololo; tenemos tantas ideas distintas, pero se me pasó luego de escuchar excelente música con unos audífonos gigantes y mandar todo a la punta del cerro por unos minutos. No, prefiero encerrarme a generar una confrontación mayor.

Después de almorzar (pasadas las cinco de la tarde, era Domingo) nos fuimos a la casa del padre biológico de mi pololo. "He allí la gran piedra que acongoja mi sentir", no sé cual es la idea de esa familia, jamás se preocuparon ni por la educación, ni menos la salud de él (mi pololo), y ahora, cuando es ya un adulto pretenden demostrar un interés (mera culpa). Me sentí tan ofendida en esa casa que he decidido no regresar. Me trataron como una cualquiera, alguien que puede ser pateada con facilidad. Si tan sólo supieran la fortaleza interior que poseo, porque ni un segundo me falló la sonrisa, pero me demoré menos de una milésima en crear una verdadera carnicería en mi mente. Ni siquiera se salvó el conejo.

Volver a casa fue lo más doloroso. No era yo la herida, era él. Que fuerte y valiente es para enfrentarse al hombre que no le dio nada durante los años más duros de su vida, y que ahora desea un abrazo y que se perdone todo. soy sólo una extranjera en esta tierra árida que es la paternidad no-responsable, pero puedo decir que ese hombre, como bien dice el dicho "padre no es quien engendra, sino quien cría"; no es un padre. Es un hombre desconocido con ínfulas de padre amoroso.

Fin

lunes, 26 de septiembre de 2011

Departure

El aeropuerto de Santiago, Arturo Merino Benítez, lleno de gente, lleno de despedidas. La veo sentada nerviosa, llenando el formulario de Policía internacional.

-¿Qué pongo aquí?- me preguntó

No pude evitar reirme, claro que no lo sabía, jamás he viajado fuera del país, ni dentro del mismo país en avión. -no tengo idea, peque-

Me miró un poco desilusionada, -siempre pensé que lo sabías todo, es una pena darse cuenta de que no es así...- mi cara debe haberle mostrado lo mal que me sentaron sus palabras porque se refrendó -sin ofender por supuesto-

Acerqué su cabeza a mi cara y la besé en la frente, -no, peque, no lo sé todo. Nadie nunca podrá lograrlo, pero hacemos lo que podemos para saber lo que necesitamos- le sonreí.

Se levantó de donde estabamos y se acercó a sus compañeros de viaje para preguntar lo que ellos parecían saber, pero las caras de todos seguían mostrando interrogación. Estuvieron unos minutos discutiendo, luego pasaron a la desesperación, después al silencio y finalmente estallaron en risas nerviosas. Habían pasado tantos obstáculos para llegar a ese momento que ahora se sentían defraudados de que su último escollo fuera una simple forma para un puestito de policia en el momento del embarque.

Después de más de media hora, la voz mecánica del aeropuerto llamó a los pasajeros del vuelo con rumbo a "Estados Unidos" para abordar. Llegaba la hora de la despedida final.

La dejé abrazar a todos sus amigos y familiares, que llorara y se tomara fotos con sus amigas, y la sentí tan pequeña, las lágrimas se asomaron en mis ojos y me esforcé por no llorar. Cuando llegó el momento de abrazarme a mi, la estreché fuertemente y le susurré al oído -"cuando vuelvas, aún estaré aquí, peque." Ella no me contestó y se alejó corriendo con sus compañeros.

Antes de cruzar la puerta de embarque se dio la vuelta y usando la manos para amplificar su voz, gritó -¡Volveré pronto, papá!

Finalmente dejé las lágrimas correr por mis mejillas mientras mi esposa me abrazaba llorando también.

lunes, 29 de agosto de 2011

Twitter

Hace más de un año que utilizo Twitter, pero lentamente me voy dando cuenta de que me cuesta mucho acortar mis pensamientos a 140 carácteres, y aún así esperar decir algo inteligente en esa cantidad de símbolos.

Me sirve para recordarme que las personas no desean profundizar en las vidas de los personajes a quienes le dan "follow", o en buen castellano "siguen"; por lo tanto aquellas cortas frases deben ser reveladoras y entregar un mensaje que no sea fácil de olvidar. Con tal de ganar un "retwitteo", todo.

En cambio yo, me pongo a pensar cada una de las cosas que quiero escribir, y muchas veces me he arrepentido y simplemente he cerrado la página porque o lo que escribo no tiene sentido, o porque al acortarlo lo pierde por completo. Soy más díficil de lo que pensaba, y me he acomodado al blog más fácilmente. Pero aún así no puedo escribir con la fluidez con la que los pensamientos cruzan por mi mente, por lo general me arrepiento de lo que he escrito, lo borro, y me olvido por semanas de este pequeño espacio en la red que comparto con todo el mundo.

La vida sigue fluyendo mientras tanto, yo sigo aquí, mirando las puntas de mis zapatillas, blanqueadas una y otra vez, con mi sueño de ser profesora casi en el bolsillo, y con los deseos de escribir por fin mi novela, sea buena o mala. Todo con la epseranza de por fin terminar algo bien.

Twitter seguirá estando allí, y podré decir tantas estupideces como quiera en ese espacio. Aquí diré las verdades más largas, más poetizadas, más como soy yo misma, una floritura de la bipolaridad y los delirios de persecución. Una yo que todos creen conocer pero que nadie desea asilar.

viernes, 19 de agosto de 2011

Pensamientos del hambre

Es más de medianoche, y yo debería estar durmiendo, porque mañana (o hoy pero más tarde) 19 de Agosto, iré a hacerme mi examen de sangre, para comprobar el estado de mi condición (padezco de resistencia a la insulina).

Ha pasado casi un año desde que me hice el primer examen donde me morí de susto al ver los elevados índices de azúcar en mi sangre, y pensé "tengo diabetes, hasta aquí no más llegamos", pesaba 93 kilos, y el azúcar era mi desayuno, almuerzo y cena.

No tenía diabétes, pero si Resistencia a la insulina, la cual por más que la he leido y estudiado aún no comprendo del todo y no procederé a explicar... Pero aún así me asusté, y empecé el tratamiento. Adios Azúcar, adios sedentarismo, adios a muchas cosas que amaba comer.

Las primeras semanas fueron horribles, me quedaba dormida en todos lados, no tenía energías para nada, tomaba agua hasta por si acaso y orinaba ídem. Pero lentamente se fue notando el cambio. Un kilo cada semana, después dos kilos, tres... Luego ya se fue regulando, hasta llegar a los 17 kilos que ya he bajado, según el último control. Si bajo 8 kilos más tendría mi peso normal.

Pero a pesar de todo esto, no me preocupa el peso, me preocupa mi salud. En mi familia, la diabétes corre en la sangre, y yo como buena sedentaria soy la candidata número 1 para padecerla. Tengo miedo de quedar atada a algo así, pero bueno, mañana es el "día D" y ahí se verá. Yo voy con fe, con fe de que mi esfuerzo no ha sido en vano, y que el apoyo tampoco.