miércoles, 27 de julio de 2011

Tengo que decirte adios

Es triste verte es una cama de hospital, y de que quizás ni siquiera te des cuenta de dónde estás, por qué estás así, ni que pasó.

Me ha costado acostumbrarme, y recién empecé a llorarte el día que me paré a tu lado y traté de sostener tu mano fría e hinchada y darme cuenta de que hace tiempo que ya no sientes nada, estás como dormido. Como muchas veces te vi en el sillón de mi casa cuando "veías" fútbol con mi papá.

El doctor me preguntó quien era yo, y a mi no me salía la voz, estaba aterrada. Soy su nieta, le dije bajito, no porque no quiera reconocerlo, sino porque duele aún más saber que este puede ser el final. Porque al decir la palabra nieta el peso de todos los años que tienes se vino encima, yo soy tu nieta, tu eres mi abuelito.

Me dijeron que no te hable, porque no me escucharás, que me limite a acariciarte en las pocas partes que los cables y tubos que te sostienen a la vida dejan disponibles. Pero yo no reconozco en ese cuerpo, muerto y frío, nada del tierno hombre que siempre has sido.

¿Cómo confesarte que me vengo a despedir? ¿Qué tengo la certeza de que este es el final del camino? Creo que tu ya no estás en ese cuerpo, y que sólo estás esperando la orden de alguien más para soltar las últimas ataduras.

Cuando ya salí de la sala de hospital más deprimente que he pisado, mi tía me dijo "mi papá está muerto", y yo sólo me limité a decirle que si con la cabeza y a escapar lejos de esa tristeza infinita.

Apenas me vi en la calle, con el ruido y la cotidianidad, me puse a llorar nuevamente, amargamente, porque no te pude dar un beso cariñoso cuando aún estabas consciente y maravillosamente vivo.

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Terminé de escribir esta entrada el día 8 de Diciembre del 2011, 4 meses y 3 días después del fallecimiento de mi abuelito, aún llorando a mares, extrañándolo demasiado.

Por siempre vivirás en nuestros corazones, donde dejaste una huella imborrable

Gracias, Luis Anselmo Paredes Mella.

Gracias, Abuelito Luis.

Tu nieta, Lalita.