lunes, 8 de noviembre de 2010

Mi lluvia...

Cuando era una niña jugaba en los charcos de agua, saltaba sobre ellos hasta empaparme por completo, y no me importaba, ya que no me enfermo en invierno. Me pasaba todos esos días en que el cielo estaba cargado de nubes negras jugando con mis compañeros de clase, el primero en mojarse el uniforme perdía, pero no importaba, todos terminábamos mojados hasta la ropa interior.

Pero esos años ya se quedaron atrás, ya no tengo tiempo de jugar en los charcos, ahora los esquivo, corro bajo la lluvia para guarecerme en cualquier lugar, y ya no miro al cielo mientras las gotas de lluvia caen por mi cara, miro siempre al suelo.

No dejo de preguntarme por qué ya no disfruto de estas cosas tan simples, por qué ahora todo tiene un resultado, antes hacía las cosas porque eran divertidas, porque la iba a pasar muy bien, porque nada importaba.

Fue un buen día de esos, en Noviembre, que dejé mis preocupaciones de lado, salí corriendo sin más que un delgado abrigo bajo la lluvia fuera de temporada, después de salir del trabajo, con una faringitis a medio terminar, con una plaza embellecida por las frías gotas que caían. Corrí hasta que se me agotó el aliento y me paré delante de un charco, no miré a ningún lado y salté encima, mientras el barro se fusionaba con mi ropa, con mis zapatos, con mi nueva forma de ver la vida.

De pronto escuché una carcajada, un chico bajo un paraguas negro me miraba sorprendido, se me acercó y dijo "No pensé jamás que saltarías al charco, te he estado mirando desde que te echaste a correr bajo la lluvia con una sonrisa en la cara".

Yo lo miré, manchada y mojada completamente, pero no le pude decir nada, aunque como no sentía verguenza sólo le sonreí. Me marché tranquila hasta el paradero de la micro, y cuando ya estaba arriba de la que me llevaría a mi casa pude ver por la ventana al chico parado aún cerca del charco, debía estar pensando aún en lanzarse o no.

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