jueves, 4 de noviembre de 2010

El Principe Azul

El Principe Azul, ese que tenía que llegar montado en un caballo blanco, no llegó. Me dejó plantada esperando verlo aparecer. Me hizo un desaire, creo yo.

Pero no me quedé a esperarlo mucho, no estoy interesada en una relación de cuentos de hadas, y la verdad nunca la soñé, ni la deseé, pero, ¡Pero! Como buena niña ilusa, igual me imaginaba a un guapo caballero que se enamorara perdidamente de mi y me llevara lejos, si era al extranjero, mejor. Poco me importa hacer tramites de visas.

Mis motivos ulteriores con el susodicho príncipe se basaban principalmente en un arreglo intelectual, tú (Principe Azul) serías la estética de la relación, yo el cerebro, que no quepa duda. Si al fin y al cabo, hasta las mejores relaciones se avienen con la conveniencia de ambas partes.

Y al final que habría pasado con Don Príncipe, se habría puesto fofo y feo, esa es la verdad, y yo, también, para que andar con rodeos, fofa y más fea. Pero igual, con los recuerdos de los tiempos pasados que de por si fueron mejores basta.

¿Será por eso que no me arrepiento de no haber esperado más? Si al final, sea lindo o sea feo con los años se pondrá viejo de todas formas, y tanto el como yo terminaríamos dando pena en el primer asilo que nuestros hermosos e inteligentes retoños escogieran con "mucho amor" para nosotros.

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