sábado, 27 de marzo de 2010

El beso

En el instante en que por fin nuestros labios se juntaron para consumar el tan ansiado beso cerré mis ojos, pero no suavemente, los cerré con vehemencia, con tal de que nada de lo que circundará en mi cabeza empañara la dulce sensación de ese nuestro primer beso. Pero no pude evitarlo, acudían a mi las insoportables comparaciones, y lo que pudo ser un maravilloso momento romántico se vio opacado por mis corruptas memorias.

Cuando culminó la magnánima experiencia sus ojos me miraron como buscando calificación, y estuve a punto de gritar “¡cariño hasta un párvulo lo haría mejor! ”, pero logré acallar a mi insatisfecha pasión y contesté “ha sido tierno”.

Nos tomamos de las manos, sin embargo, nos soltamos casi enseguida, nadie sabía aún de nosotros, y al parecer no nos sentíamos preparados para divulgarlo aún, y comenzamos a caminar a una razonable distancia el uno del otro, pero pude notar su mirada aún inquisitiva con respecto al ósculo.

Durante varios días no repetimos la situación, nueva para ambos, de un beso de pareja, nos conformábamos con mirarnos calladamente desde los extremos del salón, pero en su mirada veía tristeza, y luego cuando me contemplé en el espejo del baño comprendí que esa tristeza era la mía que se reflejaba en su rostro, no había satisfacción para mi.

Esa misma tarde en que observé mi reflejo, decidí intentarlo de nuevo, esta vez con los ojos abiertos, nos abrazamos fuertemente, como queriéndonos fundir el uno con el otro, y obligándome a no cerrar mis ojos le besé con intensidad y pasión mientras miraba su cara que parecía perderse en la felicidad que nos embargaba... Así mirándole tan próximo comprendí que necesitaba reconocerlo para sentirlo completamente, para que el beso tuviera el efecto deseado, y así entregado a la pasión me fui soltando de las ataduras de la memoria, hasta quedar limpio y rozagante como un recién nacido, tirando a la basura todos los recuerdos de besos mejores, pero sin amor.

Cuando logramos zafarnos del beso que nos dominaba nos miramos fijamente, y casi sin aliento él exclamó: “¡Nunca me habían besado así!”, y sonriendo le contesté: “pues, nunca amé a nadie como para besarle así”.

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Sólo me queda agregar (y esto puede no gustar) que estaba leyendo Yaoi cuando se me presentó la musa de la inspiración a regalarme este cuento, así que no estamos hablando de un pareja chico-chica ¿Queda claro? n///n

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