miércoles, 8 de abril de 2009

Miedo

De pronto sintió que la chocaban de un lado, no muy fuerte, pero firmemente; volteó su cara buscando al culpable, mas nada ni nadie estaba allí para ser el responsable. Un escalofrío recorrió su espalda y le puso la piel de gallina “¿otra vez?” pensó asustada.
El viento movía las hojas de los árboles con violencia inusitada y nubes de tormenta comenzaban a anunciarse en el horizonte, atardecía rápidamente, pero ella seguía clavada en el enrejado, esperando, pero sin esperanzas.
Nuevamente sintió un empujón, ahora en su espalda, pero seguía sin ver a nadie, y luego otra vez, y otra, y otra, sentía leves choques contra su cuerpo que provenían de la nada. Quiso gritar, pero sus cuerdas vocales parecían atrofiadas… Comenzó a llover, pero el viento no cesaba en su azote. Sus cabellos se agitaban al viento, y el viento al pasar a través de ellos parecía murmurar: “¡resiste!”.
Se acurrucó junto al enrejado, y se agachó para ovillarse con profundo dolor, sus manos, sus pies, ya no los sentía… “Aguanta por favor… so… sólo un poco más, él jamás nos dejará solos” decía para si misma. De pronto, la lluvia y el viento cesaron en su arrecie, y el crepúsculo llenó todo con su luz violeta, en un último esfuerzo del sol por darle fuerzas a ese pequeño ser que parecía fundirse con el enrejado. Los choques contra su cuerpo cesaron y se transformaron en suaves caricias… Una tímida brisa le susurro “tapa tus oídos” a la que obedeció sin esperar…
Un grito desgarrador salió del lugar detrás del enrejado, pero ella no lo pudo oír, no se percató de nada hasta que sintió gotas caer sobre su cabeza “¿llueve otra vez?” pensó para si, pero el cielo estaba limpio de nubes, pasó una mano por su cabeza y al mirarla se dio cuenta de que era ¡SANGRE!, su respiración comenzó a agitarse y un grito que le nació desde lo profundo del pecho llenó el lugar, se le nubló la vista, las últimas energías que le quedaban se le fueron en ese grito único.
Al despertar no supo donde estaba, no era un lugar conocido, estaba en los brazos de alguien que le era familiar, “¡Tú!” quiso gritar, pero nuevamente la voz no salía. “¡Es hermosa!” escucho decir a una voz lejana, fue entonces que se percató de cuanto le costaba moverse, estaba envuelta en mantas, quiso utilizar sus manos para quitárselas pero no lo pudo lograr. Ese alguien que conocía comenzó a caminar hacia la voz lejana y la depositó en su brazos diciendo “¡Por fin nos ha nacido una niña!”. Y al sentir el cálido contacto de los brazos de su madre, y al ver su cara iluminada se dejó envolver por el nuevo sentimiento que nacía en su corazón, “ya no tengo miedo… mamá”


Bueno... Este cuento lo escribí hace poco. Any commentary?

1 comentario: