Me levanté de la cama y cerré todas las cortinas de la habitación, quedándome a oscuras al mediodía y apresurada volví a recostarme al lado de su cuerpo aún tibio. Lo abracé suavemente por la espalda cerrando los ojos, luchando por no ahogarme con su aroma.
Suspiró en sueños y se removió un poco, deseaba que no se despertara nunca, que nunca se diera la vuelta y me viera a la cara, que nunca se percatara de lo que realmente estaba sintiendo, deseaba que la noche se volviera eterna y que se llevara la luz del sol con ella.
Pero el ruido de la calle rompió mi refugio y él finalmente se escapó de los brazos de Morfeo. Se levantó de la cama en la que yo aún fingía dormir y dándome la espalda se vistió en la penumbra de la habitación.
Lo escuché maldecir cuando se percató de la hora en el reloj que descansaba en el velador, ¿tarde para el trabajo, la universidad, la esposa? No lo sabía, y ni ánimos de saberlo tenía.
Vestido no resaltaba el atractivo que desnudo me había hecho perder la razón, y luche por guardarme esa imagen en la cabeza y borrar todo recuerdo de la noche anterior. Esperaba ansiosa que no se volteara, y que su cara se me difuminara lentamente como vapores alcohólicos, anhelaba mi ignorancia de su persona.
Escuché su lejana risa en el baño, y me tapé los oídos mientras me sentaba en la cama, ¿Debía borrar cada cosa suya de mi?, Me cubrí la cabeza con la almohada mientras se abría la puerta del baño y salía "¡Ni una palabra y sal de mi vista!", le dije.
Salió de la habitación y de mi vida poco después, mientras yo aún ajena a la realidad me seguía cubriendo completa la cabeza, pero sobre todo los ojos con lo que ahora parecía contener mis lágrimas. Volví a acostarme, deseando soñar con el calor ajeno de ese cuerpo tantas veces soñado, añorado ahora...
Horas después desperté con la cabeza muy pesada, el cuarto aún a oscuras, y mi celular sonando como un loco, más de 10 llamadas perdidas, mi madre, mis amigos, y un número desconocido, varios mensajes de mi profesor de la Universidad, y uno que decía "asómate, por favor."
"Estoy delirando, no puede ser él, yo jamás le dí mi teléfono, demasiado lindo para ser verdad"´pensaba, pero aún así abrí las cortinas dejando entrar los fríos rayos de la luna antes de abrir la ventana y ver a un desaliñado hombre parado en la vereda, con un ramo de flores en sus manos.
"Creí que no volvería a verte" le grité desde mi altura.
"Creí que debía al menos intentarlo," me contestó con una sonrisa.
"No te conozco, no sé nada de ti," solté casi llorando.
"Digo lo mismo, pero quiero saber porqué aún cuando no te conozco, sé que eres lo único hermoso que he hallado por algo tan banal como el sexo," me contestó.
"Creo que tenemos que hablar, sube, te abriré la puerta." le grité por fin.
Explicarle y verlo sonrojarse al darse cuenta que estaba tan borracho que nada había pasado entre nosotros la noche anterior no me tomo más de 10 minutos, con un café en la mano, y el espacio del sillón entre nosotros, como si se tratara de un par de amigos. Aún así eramos dos extraños, y no había forma de traspasar la barrera.
Contra la voluntad de mi racionalidad le pedí que se quedara otra vez esta noche, y se acercó para besarme, lo dejé hurgar en mi boca y en mis sentimientos, dejé que mientras me abrazaba borrará los malos recuedos que me hacían temerosa, las penas que me secaban el corazón, y me dejé abrazar como a un peluche en la cama, mientras yo misma me apretaba contra su pecho, sintiendo latir su corazón rápidamente por mi, por nuestra cercanía.
No habíamos llegado lejos nuevamente, pero no lo veía molesto, esta vez cerré los ojos no sin antes mirarlo fijamente, y me dormí deseando amarlo pronto y no dejarlo escapar de mis brazos.
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