Cerré el diario de vida que llevé durante dos años, donde anotaba mis emociones y pensamientos sobre una persona en especial, ya que por eso lo inicié; todo aquello que nunca pude decirle a la cara lo puse por escrito.
Me pasaba horas enteras divagando como amarlo más o como amarlo menos, pero cada día veía crecer mis sentimientos aunque nunca hubiésemos cruzado palabra y me daba miedo ¿Lo que amaba era real o era sólo una ensoñación?
Él era un ser lejano y ajeno, que se acercó a mi un día a pedirme una tarea de la escuela, yo se la presté como siempre le presto a los demás lo que me piden, pero ya no pude dejar de mirarlo, de seguir sus movimientos asustada.
Lo amé durante más tiempo del permitido para las ensoñaciones, lo amé más allá de mi propia cordura, lo amé como no se cree que puede amar una adolescente. Pero no le dije nada... Le escribía cartas que nunca le entregué, me confesaba en sueños, lo besaba en la brisa que me revolvía el pelo. Y lo moldeé a mi propio gusto y necesidad.
Y página a página rellené un diario de vida, con las aventuras que nunca vivimos, con los besos que no nos dimos, con el amor que no cultivamos, con las películas que no vimos, con los paseos de la mano que no dimos. Con los poemas bien escritos que alababan el color de sus ojos, la forma de su boca, el brillo de su pelo, y los mal escritos que lo recriminaban por no amarme con la misma intensidad con la que yo lo amaba. Y terminé odiándolo.
Esas peleas que anoté en el diario, esos salvajes arrebatos donde lo culpaba de todas mis desdichas, de no ser bonita, porque a sus ojos no lo era, de no tener valor de discutirlo cara a cara, de no tener la fuerza para soportar su rechazo, de no ser como las heroínas de las historias que leía, las cuales tenían el coraje para enfrentarse a sus demonios, y vencerlos. Lo culpaba por no hacer, y por hacer también.
Y cuando hace unos días me dijo que le gustaba... Me di cuenta de que no era guapo, no era inteligente, no tenía sentido del humor, y que me había pasado dos años de mi vida amando a un desconocido que ahora que ya lo conocía, no me gustaba para nada.
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