Las odio, si, odio esas palabras... No me dolerá mañana, me duele ahora...
Cada vez que alguien se acerca para decirme que mire las situaciones con un poco más de optimismo se me aprieta el pecho y me siento más sola que nunca.
¿Será que no puedo ponerme en la situación de que el mal momento será pasajero?
Pero bueno, es mejor a que no me digan nada, pero también espero que comprendan que es difícil cerrar los ojos y rogar por que todo haya pasado ya, y sin sentirlo en lo posible. No puedo vivir en "piloto automático" todo el tiempo.
martes, 14 de septiembre de 2010
martes, 7 de septiembre de 2010
Capitulo III (Bajo un cielo estrellado)
[u]Consejo del polo opuesto[/u]
Xavier, un nombre raro, un nombre extranjero... Un total desconocido.
Emilia se paseaba de arriba a abajo en su casa luego de que Xavier se fuera, su madre la observaba curiosa, casi como si no se animara a preguntar.
-Pocas veces te he visto tan perturbada, Emi- le dijo con su voz apagada.
-Perturbada no, mamá, impresionada es la palabra clave- contestó Emilia con un dejo de fastidio en su voz -impresionada de mis propios actos-
-Deberías llamar a Pedro, no debe saber que su amigo está en Chile- no parecía darse cuenta de la gravedad del asunto. -A lo mejor debimos pedirle su número de teléfono para dárselo a tu hermano- concluyó.
-No sé, mamá, si Xavier quiere verlo volverá a pedir su dirección o algo, aunque eso por ahora no me importa para nada, me gustaría irme a dormir ahora si no te molesta- declaró la chica bastante irritada.
-Nadie te retiene- fue la seca respuesta.
-----------------------------------º------------------------------------------
Las clases en la universidad se sentían monótonas al día siguiente. Emilia y sus compañeras estaban sentadas en una de las mesas del casino bebiendo un café de la máquina expendedora y comentando las tìpicas cosas de la vida universitaria, que si tareas aquí, que trabajo allá, que los niños, que los padres, que esto o que aquello. Nunca profundizaban nada, eran compañeras, no amigas.
Las únicas amigas del grupo eran Emilia y Lorena, la una baja y morena de pelo corto y desordenado, la otra alta y pálida, de cabellos rojos y ojos amarillos. Desentonaban, pero eso parecía unirlas más, polos opuestos totalmente atraidos.
Lorena odiaba el café, pero aún así le gustaba sentarse en el casino a perder el tiempo con el grupo, mientras veía a su amiga relajarse de las tensiones que le hacían perder el sentido de la realidad por momentos.
Emilia bebía café como si fuera agua, aún cuando le hiciera daño, nunca había podido tolerar el amargo brebaje hasta que conoció a Xavier, cosa que no le había contado a nadie.
Cuando la charla decayó, las muchachas comenzaron a retirarse de a una, de a dos, de a tres, hasta que quedaron solo ellas dos en un mar de vasos de papel con restos de café en ellos y demás envoltorios de galletas y pastelitos.
-Emi, has estado rara toda la mañana- soltó Lorena sin mirarla.
-Tengo un secreto- susurró la chica -mmmm, ¡ah, no sé!-
-Me gustaría decirte que puedes confiar en mi, pero ni yo misma lo hago, así que no te lo voy a decir- dijo entre dientes la pelirroja.
-No eres de gran ayuda,- rio Emilia -pero ya me lo esperaba. Ni tu ni yo esperamos nada de la otra-
Lorena se puso de pie y le dio la espalda a su amiga -tu no puedes darme lo que yo quiero, ni yo puedo darte confianza plena-
-Ya no esperaba nada de la gente...- Emilia se tomó unos segundos para darse valor -hasta que esta persona llegó de vuelta a mi vida-
-Voy a buscarte un poco más de café- Lorena volvió a mirarla -creo que te da valor.-
Emilia bajó la mirada complacida. Siempre era así con Lorena, la fricción de su amistad le daba la seguridad que sólo su hermano era capaz de darle.
Le contó todo lo del día anterior, más los detalles de su actuar 10 años atrás. No se saltó ningún detalle, ni siquiera los vergonzosos. Lorena la escuchó, pacientemente, sin perder detalle del movimiento de sus labios, que temblaban, y cuando por fin terminó, le tomó la mano para infundirle valor.
Sólo te puedo dar un pequeño consejo, Emi. El que no se arriesga, no cruza el rio.
Xavier, un nombre raro, un nombre extranjero... Un total desconocido.
Emilia se paseaba de arriba a abajo en su casa luego de que Xavier se fuera, su madre la observaba curiosa, casi como si no se animara a preguntar.
-Pocas veces te he visto tan perturbada, Emi- le dijo con su voz apagada.
-Perturbada no, mamá, impresionada es la palabra clave- contestó Emilia con un dejo de fastidio en su voz -impresionada de mis propios actos-
-Deberías llamar a Pedro, no debe saber que su amigo está en Chile- no parecía darse cuenta de la gravedad del asunto. -A lo mejor debimos pedirle su número de teléfono para dárselo a tu hermano- concluyó.
-No sé, mamá, si Xavier quiere verlo volverá a pedir su dirección o algo, aunque eso por ahora no me importa para nada, me gustaría irme a dormir ahora si no te molesta- declaró la chica bastante irritada.
-Nadie te retiene- fue la seca respuesta.
-----------------------------------º------------------------------------------
Las clases en la universidad se sentían monótonas al día siguiente. Emilia y sus compañeras estaban sentadas en una de las mesas del casino bebiendo un café de la máquina expendedora y comentando las tìpicas cosas de la vida universitaria, que si tareas aquí, que trabajo allá, que los niños, que los padres, que esto o que aquello. Nunca profundizaban nada, eran compañeras, no amigas.
Las únicas amigas del grupo eran Emilia y Lorena, la una baja y morena de pelo corto y desordenado, la otra alta y pálida, de cabellos rojos y ojos amarillos. Desentonaban, pero eso parecía unirlas más, polos opuestos totalmente atraidos.
Lorena odiaba el café, pero aún así le gustaba sentarse en el casino a perder el tiempo con el grupo, mientras veía a su amiga relajarse de las tensiones que le hacían perder el sentido de la realidad por momentos.
Emilia bebía café como si fuera agua, aún cuando le hiciera daño, nunca había podido tolerar el amargo brebaje hasta que conoció a Xavier, cosa que no le había contado a nadie.
Cuando la charla decayó, las muchachas comenzaron a retirarse de a una, de a dos, de a tres, hasta que quedaron solo ellas dos en un mar de vasos de papel con restos de café en ellos y demás envoltorios de galletas y pastelitos.
-Emi, has estado rara toda la mañana- soltó Lorena sin mirarla.
-Tengo un secreto- susurró la chica -mmmm, ¡ah, no sé!-
-Me gustaría decirte que puedes confiar en mi, pero ni yo misma lo hago, así que no te lo voy a decir- dijo entre dientes la pelirroja.
-No eres de gran ayuda,- rio Emilia -pero ya me lo esperaba. Ni tu ni yo esperamos nada de la otra-
Lorena se puso de pie y le dio la espalda a su amiga -tu no puedes darme lo que yo quiero, ni yo puedo darte confianza plena-
-Ya no esperaba nada de la gente...- Emilia se tomó unos segundos para darse valor -hasta que esta persona llegó de vuelta a mi vida-
-Voy a buscarte un poco más de café- Lorena volvió a mirarla -creo que te da valor.-
Emilia bajó la mirada complacida. Siempre era así con Lorena, la fricción de su amistad le daba la seguridad que sólo su hermano era capaz de darle.
Le contó todo lo del día anterior, más los detalles de su actuar 10 años atrás. No se saltó ningún detalle, ni siquiera los vergonzosos. Lorena la escuchó, pacientemente, sin perder detalle del movimiento de sus labios, que temblaban, y cuando por fin terminó, le tomó la mano para infundirle valor.
Sólo te puedo dar un pequeño consejo, Emi. El que no se arriesga, no cruza el rio.
lunes, 6 de septiembre de 2010
Mis documentos
Así de simple, una tremenda pena, por apurona perdí lo que pudo haber sido una historia maravillosa, un best-seller quizás...
La carpeta "Mis documentos" fue la única victima fatal durante el último formateo de mi notebook, y pensar que me gasté buena parte de lo que gano como empaque en un disco duro externo para no tener que deshacerme de nada... Bueno, cosas de la vida.
Lo destacable de mi craso error es que la historia sigue clara, hasta en sus detalles en mi mente, pero no me animo a ponerme a tipear otra vez, no sea que ocurra una desgracia y se me desmadre la cosa.
Espero que pronto vuelvan los ánimos, la hstoria prometía, a mi parecer claro está. Me falta autocrítica...
La carpeta "Mis documentos" fue la única victima fatal durante el último formateo de mi notebook, y pensar que me gasté buena parte de lo que gano como empaque en un disco duro externo para no tener que deshacerme de nada... Bueno, cosas de la vida.
Lo destacable de mi craso error es que la historia sigue clara, hasta en sus detalles en mi mente, pero no me animo a ponerme a tipear otra vez, no sea que ocurra una desgracia y se me desmadre la cosa.
Espero que pronto vuelvan los ánimos, la hstoria prometía, a mi parecer claro está. Me falta autocrítica...
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