lunes, 21 de febrero de 2011

Brillante como el oro, oscura como el abismo

Pocas personas he conocido con las cuales no he congeniado, pero en particular cuando la conocí a ella mi corazón dio un vuelco.

Su piel era hermosa, brillaba con un tono dorado, sus ojos eran de un color amarillo cautivante, alta, esbelta, el prototipo perfecto de mujer.

Lo único oscuro en ella era su cabello, de un negro azabache intenso, y muy largo, llegando hasta sus rodillas. Lo llevaba siempre atado en una trenza que colgaba en su espalda.

Era simplemente, una chica maravillosa.

No soy de esos hombres que rehuyen de las chicas, pero ella me asusto, había algo que me hacia retroceder, como si ambos fuésemos del mismo polo, como los imanes. Nos miramos una primera vez, y de inmediato nos declaramos enemigos.

Me obsesione con la extraña reacción, y seguí buscándola con la mirada una y otra vez, tratando de acercarme a ella, tratando de entender porque, quien era esta extraña mujer que me impedía acercarme.

El mundo es un pañuelo y nosotros las lágrimas que ruedan por este, y me la volví a encontrar en cada reunión social donde yo asistía. Misteriosa siempre, rodeada de belleza e ironía.

Con unas cuantas copas de mas, envalentonado y medio loco, me acerque a hablarle por fin, el aroma cautivan te de su piel se volvió una horrible pestilencia para mi, y el asco me lleno por completo, y por momentos creí ver que su bella piel se caía a pedazos, podridos restos poblaban el suelo. Caí desmayado, sin entender el porque.

No la volví a ver, ni siquiera supe como aparecí en mi casa al día siguiente, estaba en mi cama, bañado en sudor, como si hubiera despertado de una pesadilla. Baje a desayunar. En las escaleras me encontré con algo espantoso, una mata de pelo negro estaba esparcida en ella, y el olor a putrefacción lo llenaba todo.

ELLA, esa cosa, me esperaba sentada en el sillón, su piel antes dorada y hermosa, ahora una masa viscosa y verde, oliendo a putrefacción. Sin pelo, lo único que permanecía, era el color amarillo de sus ojos.

Una voz cavernosa me dio la bienvenida, y una risa aguda se burlo de mi asqueada expresión. -Eres el primero en muchas décadas que nota mi verdadero ser- dijo arrastrando las palabras -podrías haber sido mas sabio y haber permanecido lejos...-

miércoles, 9 de febrero de 2011

Tu mano

Sostenías mi mano, no muy fuerte ni muy despacio, sólo con firmeza para que mis dedos no se escaparan con el movimiento involuntario.

Mis oídos no podían localizar tu voz, sólo escuchaba entrecortadamente lo que parecía ser el murmullo de tus dulces palabras, pero lejos, cada vez más lejos...

No sentía dolor, nada, puedo asegurarlo, pero no podía mover mi cuerpo a voluntad, me pesaba cada miembro cual si se hubiera vuelto de piedra, y sólo mis dedos seguían temblando en tus manos...

Y lloraba, las lágrimas corrían como un torrente caliente limpiando mi cara, mas no podía sollozar, las gotas formaban un caminito silente y constante.

Mis ojos estaban nublados, sólo distinguía las sombras de las personas que estaban alrededor de nosotros, que corrían desesperados.

Luego escuché por fin los gritos, los llantos, las voces ahogadas... "¡Sáquenlos!" "¡Este todavía respira!"... y tantas otras destempladas voces que ansiaban ayudar.

Tu mano se agarró fuertemente a la mía, pero no podías moverte, y yo no era capaz de hacer nada para llamar a los que intentaban hacer algo por nosotros, ¿Cómo les avisaba que estabamos allí si no podía levantar mi cuerpo ni menos alzar mi voz?, empecé a mover los labios lentamente, suavemente "Estamos aquí..." "Estamos vivos..." Y el terror se apoderaba rápidamente de mi al darme cuenta de que de mi garganta no salía sonido alguno, ibamos a morir...

No sé que pasó después, lamentablemente mi memoria ha descartado los trozos más importantes de lo que ocurrió en el instante en que por fin alguién se fijó en nosotros, atrapados bajo las ruinas de una escalera, inmoviles,casi asfixiados y medio muertos, pero tomados de la mano tan fuerte que las llamas parecían haber fundido ambas extremidades.

Mi laringe estaba tan dañada por el humo que los doctores dijeron que lo más probable es que no volviera a tener un funcionamiento normal, pero eso no me preocupaba, estaba más interesado en saber de ti, que pasaría contigo.

Los doctores dijeron que no sobrevivirías, recibiste la mayor parte del derrumbe sobre tu cuerpo para protegerme, y como los escombros estaban envueltos en llamas tu cuerpo estaba severamente quemado y dolorido.

No teníamos nada en común tu y yo, y aún así arriesgaste tu vida para salvar la mía, echaste todo un futuro brillante por la borda por un tipo que no vale la pena, y ahora estabas ahí, en una fría cama de hospital, dopado todo el tiempo para que no tuvieras que soportar el dolor, para mitigar la lenta muerte que te atacaba.

Después de dos semanas me atreví, ya que nadie venía a verte le pedí al doctor que me dejara estar contigo aunque fuesen unos minutos, así que cuando nos dejaron solos, me senté a tu lado con una pizarra y un plumón borrable en el regazo y te tomé la mano que estaba más cerca de mi.

Cerré los ojos y con todo mi cariño fui tratando de llevarte a través de mi calor las palabras de aliento y agradecimiento que fluían de mi corazón, y que mi dañada garganta no podía soltar, te di las gracias, te dije cuanto te amaba, cuanto anhelaba poder decirte tantas cosas a la cara, mirándote a los ojos, con mi voz suave de querubín.

Nos inventé una historia juntos, y un pasado hermoso, un amor espléndido que sabía que de haber sido otra la situación habría podido darte, de los besos apasionados bajo la luz de la luna que nos dimos tantas veces, de las horas muertas que me quedé contemplándote bello y varonil como eras, de la familia que quisimos formar, y finalmente del sacrificio enorme que hiciste por amor a mi, y apreté tu mano para despertarte de tu sueño doloroso.

Abriste los ojos y me miraste inundado de amor, tenían un color maravilloso que yo jamás habría podido imaginar, y moviste los labios para decir "gracias".

Tomé la pizarra con los ojos anegados de lágrimas, y garabateé una sola palabra "vive" y te la mostré. Lo que pasó después fue casi un milagro, luchaste codo a codo con la muerte, seguiste paso a paso las terapias para poder recuperar tu maltrecho cuerpo, pero tu espíritu seguía intacto.

Casi un año después abandonaste por fin la clínica, quizás ya nunca podrías ser el mismo de antes, pero aprenderías a vivir con ello. Salimos tomados de la mano, en lo que yo pensaba sería la última vez, ya que había creado esta fantasía para infundirte valor, pero no me dejaste soltarme y casi me arrastraste a tu lado. "No te irás, tenemos que recuperar el tiempo perdido y hacer realidad todas las cosas que me contaste."

Quise decir algo, pero me pareció mejor sólo esbozar una sonrisa, ya que aunque ya podía hablar bastante, tenía un nudo en la garganta.