domingo, 19 de julio de 2009

Para decirte adios...

Me senté a tu lado como todos los días, y como ya era costumbre recosté mi cabeza en tu hombro, no me miraste, pero sabías todo, cada gesto de mi parte era una página que tu de mi ya habías leído, y supongo que era eso lo que más me molestaba.

"Soy una cobarde" reflexionaba presionando mi cabeza contra tu hombro, y dejé que las lágrimas corrieran como si fuera yo la que más sufría. Tú estabas en tu mundo, allá tan lejos donde yo no podía alcanzarte, allá donde eres amo y señor, y donde yo simplemente no existo, y creo que eso era lo que más me frustraba...

Cuando por fin me armé de valor, te agarré de la ropa y te remecí con fuerza, intentando inútilmente de que te enojaras, nunca te enojas, y eso me hace incrementar mi ira a niveles incalculables... "¡Mírame idiota!" te grité con los ojos arrasados de lágrimas, "¡Háblame por lo que más quieras!" te supliqué, pero ni así me miraste...

Volví a soltarte y seguiste como si nada, sin comprender para que he vuelto, por qué te grito aunque ya no me oigas, por qué me esfuerzo en que notes que estoy aquí, que no me voy a ir hasta que te des cuenta de mi presencia...

Finalmente te levantaste y empezaste a caminar, no muy rápido ni muy lento, pero noté que tus pasos eran casi indecisos, que avanzabas torpemente, ¡Llorabas!, y yo no lo entendía, ¿¡Tú nunca lloras!?

El camposanto estaba bañado por la luz del ocaso, y ese aire melancólico abrazaba a los presentes, mi madre, mi padre, mis amigos, mis hermanos, mis recuerdos, todo estaba allí, pero yo no puedo estar con ellos ni contigo... Nunca más.

Ahora que estás durmiendo te cuento esto, porque quizás en este estado de inconsciencia me entiendas, no puedes buscarme en ese cielo que tanto piensas, yo no puedo ir allí, los cobardes como yo no tienen permiso para entrar en esos valles, es más, es mejor que ya no me busques, porque de mi no queda nada más que esta sombra que te ha seguido, que te ha llorado y que te ha amado. Lentamente me fundiré con el entorno hasta desaparecer... Pero hoy lo he intentado, he tratado de hablarte, me acerqué a ti porque pensé que me oirías, que lo nuestro no sería avasallado por la muerte, aunque sé que me equivoqué...

Pero bueno, a lo hecho pecho, lentamente siento que ya no me queda nada más por hacer aquí, salvo contarte para que volví... Para decirte adiós...

jueves, 2 de julio de 2009

Deja que se apague mi luz...

En mi delirio de esta noche que se mece sobre mi cabeza, quiero que leas lo que tengo que decir...

Mis palabras están volando sobre el papel como al principio, como en aquellos días en que escribir una carta era como el aire para mi, pero ahora que ha pasado el tiempo no he vuelto a hacerlo, deje de escribir y empecé a callar mis sentimientos, cambié.

Te digo que he cambiado porque no soy la misma de antes, yo tenía un corazón sangrante, y tú, lo curaste, tenía un alma sufriente, y tú la sanaste, me tendiste la mano cuando más lo necesitaba, cuando cometí tantas atrocidades contra mi ser, me guiaste, a pesar de estar más confundido que yo fuiste mi soporte, y yo he sido el tuyo a su vez.

No soy como todas las mujeres que conoces, yo no hago las mismas cosas, no pienso igual, la apariencia no me interesa, mi ser es mi actuar, mi pensar, mi mirar la vida y saborearla a mi manera.

Por eso deja que esta noche se apague mi luz, deja que mi sufrimiento muera, porque hoy aunque no te lo dije a la cara, y aunque quizás no leerás esto nunca, me tropecé con una fea piedra y cometí un error que aplazará mis sueños por un tiempo, pero estoy plasmando esto aquí para decirte que ni aunque la noche se vuelva eterna he de rendirme, que esa es una de las cualidades que no ha cambiado en mi, que a pesar de no ser la Gladys que era, soy la misma Laly que sonrie después de llorar una noche entera, que se levanta pensando que es una nueva oportunidad el día que se muestra...

Eso es, deja que se apague mi luz, para que renazca nuevamente, con más bríos y más fuerza...